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Pakistán, Birmania o Tailandia, ejemplifican cómo el argumento de que la democracia no es el sistema adecuado o los líderes elegidos democráticamente son corruptos es funcional a las elites militares para controlar el país. Bangladesh, con una oposición entre Begum Khaleda Zia y Sheikh Hasina, podría añadirse a esta lista. La convocatoria inmediata de las elecciones pospuestas y la vuelta de las libertades políticas y civiles parece la única salida para este callejón en que el gobierno provisional ha situado a Bangladesh, afirma el autor.

EL GENERAL MOEEN U AHMED, hombre fuerte del ejército de Bangladesh, afirmó que la democracia parlamentaria no era el mejor modelo de gobierno para este país asiático de mayoría musulmana, puesto que no había funcionado en los últimos quince años. El general quizás estaba coqueteando con la posibilidad de un nuevo golpe de Estado para consolidar la creciente ascendencia del ejército en el poder político, pero en cualquier caso subestimaba la vitalidad de la compleja experiencia democrática en Bangladesh.

“El partido de Khaleda Zia ha gobernado junto a islamistas y defiende un nacionalismo con carácter religioso; la Liga Awami de Hasina es defensora de un Estado secular” La última fase de dicho proceso, un tanto desconocido a nivel internacional –ya que Bangladesh no tiene recursos naturales como Irak, ni es un país estratégico como Pakistán– se inició a comienzos de la década de 1990. Durante estos últimos quince años, la vida política democrática en Bangladesh ha girado en torno al enfrentamiento entre dos mujeres: la ex primera ministra Begum Khaleda Zia, presidenta del Partido Nacionalista de Bangladesh (BNP) y la ex primera ministra Sheikh Hasina, máxima dirigente de la Liga Awami.

En 1991 estas dos líderes se pusieron a la cabeza de un movimiento democrático popular para terminar con la presidencia del golpista militar Hossain Mohammad Ershad y devolver la democracia a Bangladesh. La alianza no sobrevivió al éxito de su lucha, y ambas han protagonizado una historia sin tregua de enfrentamiento personal, que ha marcado el desarrollo político del país en los últimos años, donde se han turnado en el cargo de jefas de gobierno: Khaleda Zia (1991-1996; 2001-2006) y Hasina (1996-2001).

 

LAS DOS BEGUM DE BANGLADESH

Tanto Hasina como Khaleda Zia son conocidas en Asia del Sur como las dos begum de Bangladesh. Begum es un título honorífico que se concede en la región a mujeres de prestigio y rango social, normalmente pertenecientes a la aristocracia, aunque en este caso tiene una connotación de liderazgo político.

“Hasina criticó el nombramiento de Iajuddin Ahmed, puesto que no consideraba al nuevo presidente, antiguo militar, como una figura neutral” Su enfrentamiento tiene unas bases ideológicas, ya que el partido de Khaleda Zia, ha gobernado junto a grupos islamistas y defiende la construcción de un nacionalismo con un fuerte carácter religioso; mientras que la Liga Awami de Hasina es defensora de un Estado secular. Sin embargo, su enfrentamiento se enquistó sobre un asunto más personal: quién había sido la persona clave en la lucha por la independencia de Bangladesh, obtenida a comienzos de la década de 1970: el marido de Khaleda Zia, Ziaur Rahman, o el padre de Hasina, el Sheikh (jeque) Mujibur Rahman.

El enfrentamiento entre las dos políticas y sus respectivos seguidores llegó a unas cuotas de tensión tan altas, que el parlamento bangladeshí tuvo que diseñar un novedoso método electoral, por el que meses antes de las elecciones el primer ministro debía dimitir y entregar el mando a un gobierno provisional de carácter neutral para que gestionara y legitimara el proceso electoral, con el fin de evitar acusaciones de trato de favor al gobierno saliente.

 

ESTADO DE EMERGENCIA Y RUPTURA DEL ORDEN CONSTITUCIONAL

“Pese a los esfuerzos de los militares, no han surgido otras fuerzas políticas capaces de sustituir en el imaginario colectivo al Partido Nacionalista de Bangladesh o la Liga Awami” Al final de su último mandato de cinco años, en octubre de 2006, la ex primera ministra Khaleda Zia entregó el Gobierno a una administración provisional dirigida por el actual presidente Iajuddin Ahmed. Hasina criticó este nombramiento, puesto que no consideraba al nuevo presidente, antiguo militar, como una figura neutral, reclamando por tanto su dimisión e iniciando una campaña de protestas en la calle que duraría varios meses.

Con la excusa de la corrupción de los partidos políticos y de un posible enfrentamiento civil, el ejército decretó en enero de 2007 el estado de emergencia y postergó las elecciones hasta 2008. El nuevo gobierno emprendió una cruzada anticorrupción que ha llevado a la cárcel a decenas de líderes políticos y empresarios, así como a las dos líderes civiles, contra las que se han abierto varias causas penales. “El trabajo del Banco Grameen, liderado por Yunus, en las áreas rurales, especialmente con mujeres, comienza a dar sus frutos”

Las declaraciones del general Moeen U Ahmed llegan en un momento crítico para este nuevo gobierno autocrático, ya que las acusaciones de corrupción contra las dos políticas rivales, Khaleda Zia y Hasina, no se han concretado en sentencias judiciales en su contra y ambas siguen contando con el apoyo popular. Pese a los esfuerzos de los militares, tampoco han surgido otras fuerzas políticas capaces de sustituir en el imaginario colectivo al Partido Nacionalista de Bangladesh o la Liga Awami.

 

LUCHA CONTRA LA POBREZA Y DESASTRES MEDIOAMBIENTALES

En paralelo a esta refriega política, la sociedad civil del país parece estar construyendo un futuro mejor para Bangladesh. “Muestra de los avances lo da el hecho de que los sistemas de alerta rápida ante desastres naturales implantados por las corruptas administraciones democráticas también han surtido efecto” El economista Muhammad Yunus –premio Nobel de la Paz en 2006 por su lucha para lograr una economía justa para las clases pobres y divulgador del concepto de microcrédito– es una de las figuras más influyentes del país pese a lo cual rechazó en su momento el cargo de primer ministro provisional del actual gobierno civil apoyado por los militares.

El trabajo del Banco Grameen, liderado por Yunus, en las áreas rurales, especialmente con mujeres, parece que comienza a dar sus frutos. Según el último informe del Banco Mundial, Bangladesh, uno de los países más pobres de Asia, en los últimos cinco años previos al actual gobierno de transición, consiguió reducir sus índices de pobreza en un 8 por ciento. Pese a la falta de un marco de comercio regional y sinergias económicas con sus vecinas India y Birmania, y los conflictos políticos existentes, este tipo de políticas permite abrigar la esperanza de una relevante reducción de la pobreza en el medio plazo.

“Los actores internacionales deberían presionar para devolver al pueblo bangladeshí la capacidad de seguir construyendo su propio camino democrático” Otra muestra de los avances lo da el hecho de que los sistemas de alerta rápida ante desastres naturales implantados por las corruptas administraciones democráticas también han surtido efecto. El pasado noviembre, el ciclón Sidr arrasó la costa sur del país con un resultado de aproximadamente dos mil muertos. Los sistemas de alerta rápida implantados en la última legislatura de Khaleda Zia funcionaron, permitiendo al gobierno evacuar a un millón de personas y movilizar a 40.000 voluntarios, lo cual junto a los dispositivos de emergencia de la ayuda internacional, contribuyeron a una respuesta eficaz en las tareas de gestión de crisis y reconstrucción.

 

IMPLICACIÓN DE LOS MILITARES ASIÁTICOS EN LA VIDA POLÍTICA

Es interesante observar el paralelismo de la situación de Bangladesh con las de otros países asiáticos cercanos como Pakistán, Birmania o Tailandia. En todos estos casos el argumento de que la democracia no es el sistema adecuado o de la corrupción de los líderes elegidos democráticamente ha sido utilizado por las elites militares para hacerse con el control político del país. Precisamente, es en el marco pacífico del debate democrático donde es posible encontrar soluciones duraderas a los retos de un país como Bangladesh, ofreciendo un espacio público para contrarrestar visiones divergentes (islamistas y seculares por ejemplo).

La convocatoria inmediata de las elecciones pospuestas y la vuelta de las libertades políticas y civiles al país parece la única salida para este callejón en que el gobierno provisional ha situado a Bangladesh. Los actores internacionales, especialmente los países donantes de ayuda humanitaria y cooperación, deberían presionar en esta línea de devolver al pueblo bangladeshí la capacidad de seguir construyendo su propio camino democrático, aunque sea tan complicado como el creado en los últimos años con la oposición dialéctica entre las dos begums.