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El Congreso mexicano debería debatir cómo sacar el mejor provecho a los excedentes decrecientes del petróleo y su elevado precio antes de que el negocio termine por ser cercado por las leyes de protección y sostenibilidad ambiental. Pero mientras México se juega que Pemex y su economía ganen competitividad y sostenibilidad de mediano plazo, los políticos se encierran en sus dogmatismos y miran otra novela, dice el autor.

(Desde Miami) EMILIO AZCÁRRAGA JEAN Y RICARDO SALINAS PLIEGO son hombres de fortuna. Ambos han hecho millones tirando de las telenovelas mexicanas. Recurso en apariencia inagotable, las tiras de sus compañías, Televisa y TV Azteca, la mayor productora mundial de contenidos en español y su competidor más aguerrido, recorren el planeta. Algo hay en ellas que atrae a audiencias tan disímiles como las japonesas, rusas, italianas, peruanas y, claro, mexicanas.

Y puede que sea la fórmula del estereotipo clásico. En las telenovelas mexicanas hay siempre una mala, una buena, una rica, algún pobre, una madre venerada y su antagonista, la villana odiosa. Los personajes secundarios varían adoptando posiciones tan tópicas como el bueno pobre, el malvado millonario reconvertido en mecenas y el hijo perdido que regresa al clan, pero buenos y malos están siempre.

Algo de ese guiso argumental está exudándose a la discusión de la reforma energética en el Congreso de México, donde los roles se invierten según quién escriba la trama. “Si PAN y PRD, López Obrador y Calderón, se enrocan los roles de buenos y malos, el PRI, tercero en discordia, es el hijo bobo que irá con quien pague mejores dividendos políticos” Para quienes procuran la apertura de los recursos energéticos a la inversión privada, los malos están personificados por Andrés Manuel López Obrador y el Partido Revolucionario Democrático (PRD). López Obrador, quien perdió la elección presidencial de 2006 por escasísimo margen ante el actual mandatario Felipe Calderón Hinojosa, encabeza la oposición a la privatización de los recursos subterráneos. Para él, maldad hay en el presidente, sus aliados y el Partido de Acción Nacional (PAN), la organización conservadora que desde 2000 sustituyó en el poder al Partido Revolucionario Institucional (PRI), dueño de México por más de 71 años.

Si PAN y PRD, López Obrador y Calderón, se enrocan los roles de buenos y malos, el PRI, tercero en discordia, es el hijo bobo que irá con quien pague mejores dividendos políticos. Sólo queda el rol de la madre buena y la tía mala. En ambos casos, esa es la compañía estatal de petróleos, Pemex, granuja y villana, santa de toda santidad.

EL PETRÓLEO, ¿CUESTIÓN DE FE?

“La prohibición de la inversión extranjera en hidrocarburos fue superada por la dinámica histórica y la globalización económica, pero no en el inconsciente colectivo mexicano” El mar alrededor de la reforma está picado desde que López Obrador llamó a una nueva resistencia civil. Tras perder las elecciones, López Obrador reclamó fraude desde las calles pero su movimiento murió de inanición. ¿Por qué ahora sería diferente?

El petróleo parece un asunto de fe, antes que económico. La Constitución mexicana impide la inversión extranjera en hidrocarburos, considerada de valor estratégico y soberano, desde 1937, cuando el entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río nacionalizó el petróleo. La norma, hija de una época en que el crudo abundaba y hacía diferencias en la industrialización de las naciones en desarrollo, fue superada por la dinámica histórica y la globalización económica pero no en el inconsciente colectivo mexicano, donde la cuerda nacionalista es tensada por los gobiernos, los directores técnicos de fútbol y los mariachis.

“Calderón afirma que pagará lo necesario para liberar a Pemex de los intereses sectoriales y darle autonomía”

No es menor. El gobierno de Vicente Fox, el predecesor de Calderón, fue el primero en buscar abrir el negocio energético. Fracasó. Entre 2000 y 2006, Fox se estancó en el sargazo del Congreso. Calderón va a la suya, confiado en poseer mayor margen de maniobra y habilidades políticas que Fox. Ha abonado su confianza obteniendo la reforma de la seguridad social, una bandera que Fox guardó con naftalinas cuando los legisladores lo ningunearon. Ahora afirma que pagará los costos necesarios para liberar a Pemex de los intereses sectoriales y darle autonomía.

REFORMA EN CLAVE CINE NEGRO

“El PRD ha amenazado con marchas masivas en todo el país y The Wall Street Journal ha alertado sobre riesgos aun mayores para la reforma” El gobierno quiere que Pemex pueda asociarse con compañías especializadas en desarrollar campos en aguas profundas y pretende revitalizarla reduciendo su carga fiscal para que invierta su elevada disponibilidad de capital. (La presión impositiva sobre la empresa es brutal: en 2007, cuando obtuvo ganancias de unos 61.125 millones de dólares, el gobierno le exigió impuestos y derechos por… 62.620 millones).

Calderón ha dicho que sólo presentará el proyecto si obtiene consensos mínimos con la oposición, pero las esperanzas no son muchas. El PRD ha amenazado con marchas masivas en todo el país y el diario The Wall Street Journal ha alertado sobre riesgos aun mayores para la reforma. Según el periódico, el camino también se atasca con el llamado capitalismo compinche, un grupo de familias mexicanas que controla industrias claves amurallando sus negocios de la competencia internacional. “Pemex carece de dinero para explotar nuevos yacimientos, y su producción de crudo ha caído en 300.000 barriles diarios desde 2004”

Más aun, el gobierno ha sido incapaz de mostrar coherencia, confundiendo los roles de buenos y malos. Recientemente, la empresa de transporte de la familia de Juan Camilo Mouriño, secretario de Gobernación y operador político del presidente, fue sindicada en un escándalo de corrupción, pues obtuvo contratos de Pemex mientras aquél era funcionario de la Secretaría de Energía, en 2003. Su jefe de entonces era Calderón.

La trama de la reforma se ha ido haciendo más propia de una película de cine negro que de la candidez retórica de las teleseries. Y quien sigue pagando es Pemex. La empresa carece de dinero para explotar nuevos yacimientos o buscar más campos, y su producción de crudo ha caído en 300.000 barriles diarios desde 2004, impidiendo al país captar unos 10.000 millones de dólares.

PIES DE BARRO

El gobierno ha informado que Pemex se hundió en el ranking de petroleras globales, pasando del sexto puesto en 2004 al onceavo en 2007, aun cuando en ese tiempo ejecutó el mayor volumen de inversiones de su historia. “La constatación de que la administración estatal no equivale a ineficiencia lleva el símbolo de Petrobrás” Pemex ha confirmado que sus pies reposan sobre fango. Sin fondos ni libertades, Pemex frustrará las necesidades de competitividad de la economía mexicana, y México acabará hundiendo aun más a la mayor compañía del país y la segunda mayor de América Latina, apenas por detrás de la doliente Petróleos de Venezuela (PDVSA).

Ambas empresas están demostrando que, entre un Estado que no puede y otro que no quiere, el negocio se les escurre. En el frente, la constatación de que la administración estatal no equivale a ineficiencia lleva el símbolo de Petrobrás, la empresa público-privada brasileña.

En esta novela, Petrobrás es la hija indeseada de la familia: todos saben de ella en México, pero nadie quiere recibirla en casa. “Según documentos oficiales, al ritmo de extracción actual a México le quedan sólo 9,2 años de reservas probadas” Tras abrir a bolsa un porcentaje menor de su accionariado en 1997, Petrobrás profesionalizó su gestión y se especializó hasta convertirse, en menos de 10 años, en líder internacional en exploración de profundidad. Petrobrás ha ofrecido reiteradamente colaborar con Pemex, una voluntad expresada tanto por sus ejecutivos como por el propio presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. Sin embargo, los oídos sordos permanecen a la par que declinan los campos petroleros de Pemex, especialmente Cantarell, su mayor reservorio probado, ubicado en la Sonda de Campeche, en el Golfo de México.

Las reservas mexicanas se han estado reduciendo desde mediados de los 80. Estimaciones públicas calculan que, desde 2000, las reservas probadas se contrajeron en unos 5.350 millones de barriles de crudo. De acuerdo al documento oficial Diagnóstico: Situación de Pemex, al ritmo de extracción actual a México le quedan sólo 9,2 años de reservas probadas. Funcionarios de Pemex han estimado que, por sí sola, tomaría de 15 a 20 años a la empresa explorar yacimientos que albergarían unos 30.000 millones de barriles. Con aliados privados, la mitad del tiempo.

EL ABASTECIMIENTO DE ESTADOS UNIDOS

La magnitud del asunto excede a México. El país, uno de los 10 mayores productores y exportadores de crudo del mundo, es además uno de los tres principales abastecedores de petróleo de Estados Unidos, que necesita crudo accesible, en gran cantidad y, sobre todas las cosas, al menor coste posible. “Para los opositores, si se habilita la explotación privada de hidrocarburos, las reservas no probadas de Pemex en el Golfo serán usufructuadas por cualquiera menos por la compañía nacional” Estados Unidos ocupa la trama subyacente. Para quienes la defienden, sus necesidades son una oportunidad única para que México se muestre como un proveedor sin igual, más cercano que cualquier proveedor árabe y más confiable que el virulento Hugo Chávez. En un negocio con precios crecientes para un insumo decreciente y no renovable como el petróleo, cercanía y confiabilidad son dinero en mano.

Pero este mismo argumento, tiene su reverso en boca de los opositores, para quienes, si México habilita la explotación privada de hidrocarburos, las reconocidas reservas no probadas de Pemex en el Golfo acabarán siendo usufructuadas por cualquiera menos por la soberana compañía nacional de petróleos.

Es un argumento sin bases técnicas, pues un activo en potencia carece de valor de uso. Sentarse sobre el becerro de oro no te hace más rico: sólo te provoca dolor de espalda. La oposición cree, en cambio, que Pemex puede superar las contracturas, armarse de dinero que no posee y trepanar los limos del Golfo por sí sola.

EL EFECTO POPOTE

Tampoco ha convencido este argumento de la oposición, pero sí ha sido efectiva generando pánico. El gobierno, malamente, no le va en zaga. Uno de sus argumentos es que México sufrirá en breve el llamado Efecto Popote.

“Si el Efecto Popote significa constatar cómo se pierden oportunidades de crecimiento por normas anquilosadas, para otros confirma un destino aciago por el cual siempre habrá una horda imperialista succionándote la sangre” Inaugurada por Fox, tal teoría sostiene que, dada la falta de acción de Pemex en el Golfo de México, compañías internacionales están succionando el crudo aprovechando que México y Estados Unidos poseen derechos compartidos sobre cavernas comunes. Ese drenaje, que opera como una bombilla (llamada popote en México) puede hacer que la presión del depósito empuje el recurso hacia un pozo cercano ubicado, por ejemplo, fuera de los límites soberanos del país.

Y ahí es cuando el nacionalismo de tribuna mueve los pisos: ¿una vez más los gringos se aprovechan? ¿Acaso no tenía razón el inefable y tantas veces citado Porfirio Díaz: pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos?

No, pero es como si. El juego retórico ha tensado las cuerdas, de modo que si el Efecto Popote significa para unos constatar cómo se pierden oportunidades de crecimiento por normas anquilosadas, para otros confirma un destino aciago por el cual, no importa lo que hagas, siempre habrá una horda imperialista succionándote la sangre.

NI BUENOS ABSOLUTOS NI MALOS PERPETUOS

Distante de la discusión sobre soberanías propias de otra época, el asunto crítico es cómo sacar el mejor provecho a un insumo como el petróleo, de excedentes decrecientes, elevado precio coyuntural, definitivamente cuestionado por los influyentes consumidores responsables y progresivamente cercado por leyes de protección y sostenibilidad ambiental.

En la reforma energética, México se juega que Pemex y su economía ganen competitividad y sostenibilidad a medio plazo, a la vez que una revisión de su constitución sin demagogias ni dogmatismos.

Pero si sus fuerzas políticas no comprenden ese trasfondo, estarán viendo otro canal mientras la telenovela discurre por horario central en la frecuencia de la competencia. Y, para más, con el argumento cambiado. En la televisión, los malos siempre son malísimos y los buenos tienen reservado un sitio con San Pedro, pero en el mundo real no hay buenos absolutos ni malvados perpetuos, ni las madrazas son intocadas o veneradas de por vida o las villanas conservan su execrable condición a perpetuidad.

Compañías anquilosadas como Pemex son incapaces de mantenerse como vírgenes vestales en un siglo de cambio y dinamismo. Como en las telenovelas, el negocio del que participa tiene máximas impiadosas, como esa que enseña que, una vez perdido el esplendor de los años mozos, toda estrella catódica, como Pemex o la soberanía petrolera mexicana, se queda con los papeles de rezago, o con cartel francés, pero en producciones de cuarta categoría.