Cansancio en Serbia
Tras las recientes parlamentarias, en el mismo callejón
Serbia sigue inmersa en un callejón sin salida, sin opciones internas que impliquen a la mayoría de la población y sin razón alguna para confiar en las propuestas que llegan del exterior, en particular de la Unión Europea, pese al triunfo de las opciones europeístas en los comicios parlamentarios, dice el autor.
A LA VISTA DE LOS RESULTADOS de las elecciones generales recién celebradas en Serbia, y pese a la aparente, y más bien relativa, victoria de lo que se ha dado en llamar los europeístas, uno tiene la impresión de que por momentos se abre camino una paradoja: la conciencia de que los problemas no tienen solución perceptible bien puede convertirse en un cimiento de resolución de aquéllos o, lo que es lo mismo, en un estímulo para buscar otros caminos diferentes de aquél que pasa por la confrontación política al uso.
Semejante conclusión se vería razonablemente apuntalada por el inevitable cansancio de la población, inequívocamente aturdida por una sucesión de elecciones que abocan en resultados mal que bien similares, sin que, de resultas, ninguna fuerza política esté en condiciones de configurar, en solitario o junto con otros, un gobierno estable.
UNA OFERTA ELECTORAL LIMITADA A DOS OPCIONES
A efectos de describir un escenario tan singular como éste se hace preciso, parece, invocar cuatro circunstancias de relieve.
“Ante semejante par de opciones, nada más lógico que el desdén con que muchos ciudadanos parecen contemplar el futuro político del país” La primera de ellas, y acaso la más importante, es la condición de un sistema político en el que la oferta electoral ha quedado reducida, en los hechos, a dos opciones de atractivo limitado.
Si la primera es un proyecto europeísta que en modo alguno acierta a ocultar un tufo neoliberal subido (y que como tal a duras penas da respuesta a las inquietudes de buena parte de la población), la segunda es un designio que, vinculado con un nacionalismo de perfiles victimistas, prefiere no tomar nota de las muchas responsabilidades de los dirigentes serbios en el proceso de desintegración violenta de Yugoslavia.
Ante semejante par de opciones, nada más lógico que el desdén con que muchos ciudadanos parecen contemplar el futuro político del país.
ETIQUETAS EN ENTREDICHO
“Si hace diez años los radicales reclamaban sin más la expulsión de la mayoría albanesa de la población local en Kosovo, en febrero se contentaron con postular un embargo económico” En segundo lugar, bueno será que hagamos un esfuerzo para revisar las etiquetas que nos hemos acostumbrado a manejar en relación con las principales fuerzas políticas que operan en Serbia.
Sabemos desde tiempo atrás que el partido del hasta hace poco primer ministro Vojislav Kostunica, en inicio emplazado en lo que ha dado en llamarse bloque europeísta, bebe visiblemente, sin embargo, de un nacionalismo de ribetes esencialistas. Pero hemos empezado a saber, también, y propongamos un segundo ejemplo, que el Partido Radical, casi siempre descrito como ultranacionalista, no es lo que era.
Si hace diez años, y en relación con Kosovo, los radicales reclamaban sin más la expulsión de la mayoría albanesa de la población local, en febrero pasado, mucho más contenidos, se contentaron con postular un embargo económico sobre la otrora provincia hoy independizada. “Al serbio de la calle, hastiado, le preocupan más (se diga lo que se diga) cuestiones que afectan directamente a su vida cotidiana” Es la misma fuerza política, por cierto, que acató civilizadamente la secesión de Montenegro dos años atrás.
Aunque los resultados de las elecciones a duras penas facilitan este horizonte, hay quien estima que ha llegado el momento de dejar que el Partido Radical forme gobierno. Ello podría tener dos efectos inesperados: el de demostrar que configura una fuerza política más dócil de lo que hasta ahora se nos ha contado, por un lado, y el de certificar su incapacidad para resolver los problemas del país, por el otro. En ambos casos bien podrían abrirse camino horizontes que en modo alguno parecen garantizados al amparo de un gobierno de los europeístas.
LA ESCASA RELEVANCIA DEL CONTENCIOSO KOSOVAR
“Kosovo queda demasiado lejos a los ojos de muchos serbios” Un tercer dato importante lo aporta el peso reducido que el contencioso kosovar ha tenido, para sorpresa de algunos, en las elecciones.
Al serbio de la calle, hastiado, le preocupan más (se diga lo que se diga) cuestiones que afectan directamente a su vida cotidiana, como es el caso, que “La actitud de la UE ante las elecciones serbias puede ser contraproducente para sus intereses” claro, del desempleo, de los bajos salarios o de la corrupción que impregna muchas políticas gubernamentales.
Kosovo queda demasiado lejos a los ojos de muchos serbios que (lo verbalicen o no) parecen moderadamente hartos del empleo interesado, al que se han entregado tirios y troyanos, de un conflicto que tiene, por añadidura (y esto ha acabado por interiorizarse), mal salida.
LA RESPONSABILIDAD DE BRUSELAS
No está de más que agregue, en cuarto y último lugar, que sobran las razones para concluir que la actitud de la Unión Europea ante las sucesivas elecciones celebradas en Serbia (su designio de formalizar presurosa unas u otras promesas, la mayoría agua de borrajas) bien puede ser contraproducente para los intereses que Bruselas quiere defender. “La Unión debe medir el contenido de lo que promete, no vaya a ser que con el tiempo sus ncumplimientos se conviertan en fuente de rechazo entre los serbios” Aunque es difícil evaluar esta circunstancia, parece legítimo concluir que muchos serbios, legítimamente, consideran que las golosinas que la Unión gusta de ofrecer en víspera de elecciones constituyen una lamentable injerencia.
Para entendernos, nos hallamos ante algo similar a lo que ocurrió, dos años atrás, cuando Hamas ganó unas elecciones generales en Palestina: parece fuera de discusión que una parte del apoyo recibido por el movimiento islamista se derivó precisamente de las conminaciones que tanto Estados Unidos como la UE realizaron a los votantes en el sentido de que debían rehuir todo apoyo a Hamas.
En cualquier caso, la Unión Europea debe medir estrictamente el contenido de lo que promete, no vaya a ser que con el paso del tiempo (ésta se antoja ya una realidad) sus permanentes incumplimientos se conviertan en una fuente de rechazo entre los ciudadanos serbios.
EN EL MISMO CALLEJÓN
Rematemos con una conclusión obvia: pese al triunfo, provisional y relativo, de las opciones europeístas, Serbia se encuentra, como antes, en un callejón sin salida.
Hoy en día ello es así de resultas de un hecho fácil de identificar: si por un lado en el país no se aprecia ningún impulso propio que atraiga visiblemente a la mayoría de los ciudadanos, por el otro no hay ningún motivo para confiar en nada de lo que propone ninguno de los agentes externos cuya influencia (filantrópica, según cuentan) se hace valer.
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por Raquel Sánchez Bujaldón
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