clusterbombs.jpgMientras España se ha sumado recientemente a los países que unilateralmente rechazan la utilización de las bombas racimo, Estados Unidos afirma que continuará utilizándo las mismas. Dos años después de la guerra de Líbano, último conflicto testigo del uso de la lluvia de acero, los explosivos siguen detonando casi cada día.

(Desde Madrid) DURANTE EL MES DE JULIO coincidieron dos acontecimientos contradictorios relativos a los avances internacionales en desarme y, más concretamente, en relación con las bombas de racimo.

En España, la nueva ministra de Defensa, Carme Chacón, anunció que el Gobierno español declarará de forma inmediata una moratoria a la producción, uso, almacenamiento y venta de bombas de racimo. Se suma así a otros Gobiernos, como el Reino Unido y Alemania, que han adoptado medidas unilaterales sin esperar a que el nuevo Tratado Internacional relativo a estas armas entre en vigor.

«Estados Unidos asegura que las seguirá vendiendo, pese a que la legislación estadounidense lo prohíbe» La iniciativa del Gobierno español sigue al éxito de la Conferencia Diplomática de Dublín que tuvo lugar en mayo. Allí, 111 gobiernos acordaron el texto de un Tratado que prohibirá este tipo de armamento. Se trata del proceso de desarme más importante que ha asumido la comunidad internacional desde que, hace una década, se prohibieron las minas antipersonales. El Tratado se abrirá a la firma en diciembre en Oslo, y sólo será necesario que 30 Estados firmen y ratifiquen para que entre en vigor. A partir de ahí, el comienzo del fin de las bombas de racimo podría ser una realidad.

La otra noticia muestra la otra cara de la moneda. El Departamento de Defensa estadounidense ha publicado un nuevo memorándum en el que afirma que seguirán usando su inmenso arsenal (de al menos 1.000 millones de submuniciones) en los próximos 10 años. Y ello a pesar de que la inmensa mayoría de sus aliados forma parte de los 111 países antes mencionados. También asegura que las seguirá vendiendo, pese a que la legislación estadounidense lo prohíbe y a que, en este caso, lo tendrá difícil: muchos de sus antiguos clientes han apoyado el Tratado.

PRESENTE EN TODOS LOS CONFLICTOS

Éste es un armamento especialmente letal para las poblaciones civiles. «Se diseñaron durante la Guerra Fría para impedir el acceso a áreas estratégicas de territorio» Se ha usado masivamente prácticamente en todos los grandes conflictos desde los años sesenta, de Camboya, Laos y Vietnam, a Irak, Afganistán o Líbano, pasando por Kosovo y el Sáhara Occidental. En todas partes se ha demostrado el peligro que suponen. Las organizaciones que trabajan sobre el terreno, en retirada de explosivos y asistencia a las víctimas, afirman que un 98 por ciento de ellas son civiles, y especialmente niños.

Estas armas se abren durante los bombardeos, y cada una dispersa entre decenas y cientos de submuniciones explosivas. Se diseñaron durante la Guerra Fría para impedir el acceso del enemigo a áreas estratégicas de territorio. «Lo peor viene tras el conflicto, ya que miles de submuniciones quedan sin explotar, esparcidas por amplios territorios» Sin embargo, y aunque en los conflictos característicos de aquella época pudieran tener lógica desde el punto de vista militar, eso no ocurre con los conflictos actuales.

En la actualidad los conflictos violentos se desarrollan en zonas habitadas, muchas veces urbanas, lo que significa que quienes se ven atrapados bajo la lluvia de acero son civiles. Además, en ocasiones, lo peor viene cuando finaliza el conflicto, ya que miles y miles de submuniciones pueden quedar sin explotar, esparcidas por amplios territorios. Hoy, en países como Laos o Vietnam, sigue habiendo víctimas debido a unos explosivos que cayeron hace 30 años. «Cuando se cumplen dos años desde la guerra de Líbano, los explosivos siguen detonando casi cada día»

El último país donde se usaron masivamente fue en Líbano, en el verano de 2006. Israel lanzó unos cuatro millones de municiones de racimo, especialmente en la zona sur del país, en los últimos días de la guerra. Esto demuestra un conocimiento exacto de cómo funcionan estas bombas, ya que un millón de restos explosivos quedaron sin explotar, y ello hizo mucho más difícil el retorno de la población desplazada de esas zonas a sus hogares.

Las tierras de cultivo, las carreteras, las escuelas, las casas… todo quedó infestado de restos explosivos que llevará años desactivar o neutralizar. Cuando se cumplen dos años desde aquella guerra, los explosivos siguen detonando casi cada día y son una gran amenaza para la seguridad de los civiles así como, por ejemplo, para los soldados españoles que trabajan para su desactivación.

EL PROCESO DE OSLO Y LA SOCIEDAD CIVIL

El caso de Líbano sirvió para impulsar diversos procesos que ya estaban en marcha y que pretendían una prohibición. «Con una presión amplia y concertada es posible lograr avances en asuntos internacionales relacionados con el desarme» Por un lado, el Gobierno noruego puso en marcha el llamado Proceso de Oslo, y convocó una reunión internacional a la que asistieron 46 Gobiernos, mostrando su voluntad de avanzar hacia ese objetivo.

En paralelo, un movimiento de sociedad civil global formado por más de 200 organizaciones de todo el mundo (agrupadas en la coalición internacional, CMC), intensificó su trabajo de presión para lograrlo. Tras varias reuniones internacionales, finalmente en Dublín se logró el éxito. El Tratado es, además, el texto que reclamaba la sociedad civil: integral, sin lagunas ni excepciones.

El caso demuestra que con una presión amplia y concertada es posible lograr avances en asuntos internacionales relacionados con el desarme, y que esto tiene un impacto real en las vidas de muchas personas. Hace 10 años se aprobó el Tratado de Ottawa, contra las minas antipersonales, y más de 160 países forman ya parte de él. Aunque algunos de los grandes productores, como Estados Unidos, no lo han firmado, la realidad es que tampoco han vuelto a utilizarlas. Y, según el Comité Internacional de la Cruz Roja, el número de víctimas sigue siendo alto pero ha bajado con el paso de los años.

Lo que espera la sociedad civil es que esto mismo ocurra con las bombas de racimo. ¿Hasta cuándo podrá Estados Unidos mantener su posición?