erdogan5.jpg Turquía vive inmersa en un profundo reordenamiento de su política exterior. Desde hace años, Ankara implementa una diplomacia cada vez más activa en Oriente Medio y menos subordinada a Occidente. Consciente de su valor geoestratégico, Turquía ansía convertirse en una potencia regional, afirma el autor.

(Desde Madrid) LA NUEVA DIPLOMACIA TURCA sorprende a propios y extraños porque Ankara era, hasta hace casi una década, un aliado incondicional, sino un vasallo, de Estados Unidos y Europa. Aunque entre el nacimiento de la República (1923) y el fin de la Segunda Guerra Mundial (1945) había vivido aislada del resto del mundo por decisión propia, los años de la Guerra Fría significaron un acercamiento sin precedentes entre Turquía y Occidente.

«Su rol se revalorizaría a partir de 1979, con la caída del Sha, el triunfo de la Revolución Islámica en Irán y la invasión soviética de Afganistán» La explicación es harto sencilla: el Oeste representaba los valores de progreso y modernidad con los que el gigante euroasiático, de la mano de su ideólogo y fundador Mustafá Kemal Atatürk, anhelaba identificarse.

Fue un juego de suma cero, ya que las dos partes ganaban con la nueva sociedad. Turquía se sirvió del aval del bloque capitalista para ingresar en las principales instituciones internacionales: el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la OTAN, el Consejo de Europa, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, entre otras.

Mientras, Turquía se transformaba en un nuevo satélite norteamericano: evitaría la continuación de la expansión del comunismo y se alzaría como la potencia regional estabilizadora de una zona tradicionalmente voluble y hostil para los occidentales. Su rol se revalorizaría aún más a partir de 1979, con la caída del Sha de Persia, el consiguiente triunfo de la Revolución Islámica en Irán y la invasión soviética de Afganistán.

MÁS VALIOSA

Incluso en la actualidad, a pesar del fin de la Guerra Fría, «La joven República cada vez está menos dispuesta a subordinar sus intereses a los de Estados Unidos y Europa» Turquía continúa siendo un país más que decisivo para la defensa de los intereses europeos y estadounidenses en Oriente Próximo. Como muestra, un botón: el 70 por ciento de los suministros que recibe el Ejército norteamericano en Irak pasan por la base aérea de la Alianza Atlántica en Incirlik, en el sur de Turquía. Por otra parte, Ankara constituye el único vigilante fiable del Irán presuntamente nuclearizado, sin olvidar su papel como corredor energético entre Asia y el Viejo Continente.

Así las cosas, Turquía es, si cabe, más valiosa hoy que hace unos años. La joven República es más consciente que nunca de su poder y, en consecuencia, cada vez está menos dispuesta a subordinar sus intereses a los de Estados Unidos y Europa, «El objetivo de Ankara es dotarse de una política exterior independiente de Occidente» sobre todo a raíz del enfriamiento de sus relaciones con Washington después de la guerra de Irak y de la dilación en el proceso de integración europea que tanto hiere al orgullo turco.

El objetivo de las autoridades de Ankara es dotarse de una política exterior independiente de Occidente, recuperando una autonomía y una posición de relevancia en su ámbito regional de la que no gozaba desde la desaparición del Imperio Otomano. Sólo así se entiende que Turquía haya establecido lazos con países que en otra época se consideraban enemigos (como Rusia y China), o que en la actualidad son cuando menos sospechosos para Estados Unidos (como Siria e Irán), y que desplegara una operación militar transfronteriza contra el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en el norte de Irak a principios de 2008 pese a no contar con el beneplácito de sus aliados occidentales.

AMIGA DE TODOS…

«Turquía ha tratado de mantener unas relaciones correctas con sus vecinos, desde Irán a Israel, así como con Europa y Estados Unidos» La política exterior turca del siglo XXI, que podríamos calificar de equilibrista, oscila peligrosamente entre la doctrina de llevarse bien con todos y la diplomacia coercitiva con Irak para exterminar el terrorismo del PKK.

Al menos de cara a la galería, Ankara ha tratado de mantener unas relaciones correctas con sus vecinos, desde Irán a Israel, así como con Europa y Estados Unidos. Quizás por ello, el país euroasiático se ha convertido en un mediador de conflictos de primer orden.

Además de participar en numerosas misiones internacionales de Naciones Unidas y la Alianza Atlántica (como la KFOR en Kosovo, la ISAF en Afganistán y la FINUL en Líbano), Turquía está buscando un mayor entendimiento entre israelíes y palestinos, el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Damasco y Tel Aviv y el consenso entre afganos y paquistaníes para luchar conjuntamente contra el terrorismo. «Habría que cuestionarse si Ankara actúa de forma altruista o intenta sacar provecho para sí de la situación»

Igualmente, su suelo ha acogido numerosos encuentros internacionales, así como, de forma puntual, las conversaciones entre la UE y Teherán por el controvertido programa nuclear iraní.

La Alianza de Civilizaciones promovida por Turquía y España ante la ONU constituye un fiel reflejo de la nueva diplomacia turca, si bien tanto en este caso como en los anteriores habría que cuestionarse si Ankara actúa de forma altruista o intenta sacar provecho para sí de la situación. De hecho, el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, ha vinculado en varias ocasiones el futuro éxito de la iniciativa a la adhesión de su país al club comunitario.

… PERO NO SIEMPRE

Paralelamente a la política dialogante y conciliadora, «No hay visos de solución para los tres grandes problemas que azotan a la República. A saber, el kurdo, el armenio y el chipriota» Turquía no ha dudado en recurrir a una diplomacia coercitiva e incluso beligerante cuando considera que su seguridad nacional está en juego. Así ha ocurrido en 1992, 1995, 1997 y 2008, con el lanzamiento de ofensivas armadas a gran escala contra los santuarios del PKK en el Kurdistán iraquí.

El principal problema que entraña la nueva diplomacia turca, según opinan los expertos, es que no le asegura que vaya a conseguir el estatus de potencia regional. Por el contrario, dicha actitud no sólo podría conducirle al aislamiento internacional, sino también a que el protagonismo y peso del Ejército en el discurso sobre seguridad y democracia siga siendo mucho mayor que el de los primeros ministros o presidentes de turno.

Así ha ocurrido durante el último siglo y, en consecuencia, no hay visos de solución para los tres grandes problemas que azotan a la República. A saber, el kurdo, el armenio y el chipriota.