morenoydevido.jpgEs hora de que Cristina Fernández de Kirchner despliegue un nuevo estilo de gobierno, dice el autor; menos confrontacional, más propenso a la generación de consensos, con el eje puesto en la atracción de inversiones extranjeras, en la mejora de la calidad institucional y en dotar de renovado aire a la agenda exterior de Argentina. Y con mayor participación de los «moderados». ¿Lo hará?

(Desde Buenos Aires) HAN PASADO COSAS MUY IMPORTANTES en Argentina en las últimas semanas.

Desde la histórica sesión en el Senado que culminó con el voto del vicepresidente Julio Cobos en contra del proyecto oficial de retenciones móviles a las exportaciones agropecuarias, pasando por la derogación de la polémica resolución 125/08 del Ministerio de Economía, hasta la renuncia del jefe de Gabinete, Alberto Fernández, uno de los hombres más influyentes en el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK).

«La dimisión de Alberto Fernández no es un dato menor»

Las reflexiones que siguen giran en torno a dos puntos esenciales: en primer lugar, las implicancias de la renuncia de Alberto Fernández; y en segundo lugar, el hecho que –pese al incesante devenir de acontecimientos políticos de los últimos cuatro meses– permanece sin zanjar el gran debate que debe darse la Argentina: el que hace a la definición de una estructura productiva con vistas al desarrollo socioeconómico.

LA CUESTIÓN POLÍTICA

«Ha cambiado la política y ha cambiado la sociedad. Creo que el gobierno debe asumir esos cambios y cambiar también. Yo se lo venía diciendo a Néstor y a Cristina en nuestras habituales reuniones. Pero consideré que un gesto público era mejor que un consejo. Por eso, renuncié». Las palabras pertenecen al ex jefe de Gabinete, Alberto Fernández.

«Pese al rechazo que generan en la opinión pública, los halcones han reforzado su posición en el gabinete luego de la reciente crisis»

La dimisión de Fernández no es un dato menor. Mucho se ha hablado en los últimos tiempos de halcones y palomas en el gobierno de los Kirchner. Los primeros, muy deteriorados frente a la opinión pública, representan al kirchnerismo puro y duro, es decir, al núcleo de dirigentes que acompaña al matrimonio Kirchner desde los tiempos en que Néstor gobernaba la austral provincia de Santa Cruz.

Sin embargo, pese al rechazo que generan en la opinión pública, los halcones han reforzado su posición en el gabinete luego de la reciente crisis, al no haber sido removidos de sus puestos y, paralelamente, al no contar ya con el veto interno del antiguo jefe de Gabinete. Entre los más conocidos de los halcones cabe mencionar a Julio De Vido (ministro de Planificación Federal), su subordinado Ricardo Jaime (secretario de Transporte) y Guillermo Moreno (secretario de Comercio Interior, en teoría dependiente del Ministerio de Economía pero con gran autonomía de gestión).

DE VIDO, MORENO Y JAIME

Los asuntos más delicados de Argentina son responsabilidad directa de estas figuras. Vale citar, por caso, la crisis energética (bajo la órbita de De Vido), el control de la inflación (Moreno), la reestatización de Aerolíneas Argentinas (De Vido-Jaime) y las deficiencias imperantes en el sistema público de transporte (Jaime). Pese a los malos manejos en cada una de estas áreas, no ha habido hasta ahora ninguna señal concreta por parte de la Presidenta de recambio en el sector de los halcones.

«La Presidenta sugirió una matizada diferenciación de estilo con respecto a la gestión de Néstor Kirchner, y la opinión pública registró y aceptó complacida»

A esta realidad corresponde añadir otro dato de gran relevancia: producto de los sucesivos choques con el grupo de los halcones, muchos dirigentes valiosos han abandonado sus cargos –o han sido forzados a renunciar– durante los gobiernos de Néstor Kirchner (2003-2007) y la actual administración de su esposa Cristina. Por ejemplo, como consecuencia de un enfrentamiento con Julio de Vido, y en medio de acusaciones de «cartelización de la obra publica» por parte de su Ministerio, el ex titular del Palacio de Hacienda, Roberto Lavagna, debió abandonar su cargo en 2005. Al forzar la salida de Lavagna, el ex presidente Néstor Kirchner perdió a uno de sus ministros más brillantes, artífice del plan económico que condujo a la recuperación del país desde 2002 (cuando era ministro del entonces presidente Eduardo Duhalde).

«El cambio recién empieza» no parece estar concretándose en los hechos

Después de Lavagna, tres ministros de Economía (Felisa Miceli, Guillermo Peirano y Martín Lousteau) pasaron por el gabinete de los Kirchner. Todos estuvieron, a diferencia de Lavagna, muy condicionados por el ex presidente Kirchner, y sin autonomía sustantiva para la toma de decisiones. Fueron Peirano y Lousteau los que más debieron soportar la insubordinación permanente y la implacable ineficiencia de Guillermo Moreno, secretario de Comercio Interior. Inclusive otros funcionarios que gozaban de un perfil técnico irreprochable, como es el caso del ex jefe de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), Alberto Abad, debieron marcharse por diferencias con el ala dura dentro del gabinete.

¿Y EL CAMBIO RECIÉN COMIENZA?

Lo que faltaba para completar este cuadro de situación (que bien podría ser calificado como el «afianzamiento de los halcones») era la renuncia de Alberto Fernández, un hombre moderado, que había insistido repetidas veces en la necesidad de renovar el gabinete y había impulsado la incorporación de figuras más jóvenes y técnicamente capaces. De hecho, los ministros más respetados del gabinete de CFK (Juan Carlos Tedesco, Carlos Tomada, Lino Barañao, Graciela Ocaña y Jorge Taiana) fueron impulsados y apoyados por el ex jefe de Gabinete. La renuncia de Alberto Fernández viene a arrojar un manto de dudas sobre la capacidad de Cristina para interpretar las actuales preferencias de la ciudadanía argentina. En definitiva, su eslogan de campaña («El cambio recién empieza») no parece estar concretándose en los hechos.

«La renuncia de Alberto Fernández debería conllevar un cambio urgente por parte de la mandataria»

La Argentina ya ha transitado la necesaria etapa de fortalecimiento de la autoridad presidencial, un requisito sumamente apreciado por los argentinos, sobre todo luego de la crisis del período 2001-2002. Es hora, entonces, de que CFK despliegue un nuevo estilo de gobierno: menos confrontacional y, por lo tanto, más propenso a la generación de consensos, con el eje puesto en la atracción de inversiones extranjeras, en la mejora de la calidad institucional y en dotar de renovado aire a la agenda exterior del país.

MÁS DE LO MISMO Y PEOR

Como afirma Manuel Mora y Araujo: «Durante la campaña electoral y en su discurso inaugural, la Presidenta sugirió una matizada diferenciación de estilo con respecto a la gestión de Néstor Kirchner. En todo caso, eso fue lo que gran parte de la opinión pública registró y aceptó complacida. Aunque Néstor había completado su mandato con una imagen y una tasa de aprobación infrecuentemente alta, como todo gobierno arrastraba ya un moderado desgaste. Éste provenía, principalmente, de su estilo pero también de la tendencia creciente de la inflación unida a la insistencia del gobierno en negarla. Cristina encarnaba la continuidad de lo que se veía exitoso y a la vez la corrección en esos dos aspectos (…) Lo que siguió no fue lo que la sociedad esperaba: fue más de lo mismo, y peor».

La renuncia de Alberto Fernández –que cierra un ciclo iniciado por la crisis con los productores rurales, apuntalado por el voto negativo del vicepresidente Julio Cobos en el Senado– debería conllevar un cambio urgente por parte de la mandataria. El reemplazo de los «halcones» que han minado la paciencia de la ciudadanía se presenta como un paso ineludible en esta dirección.

«Es importante señalar que CFK cuenta todavía con el aval de la ciudadanía y aún puede conducir un gobierno exitoso»

Cristina debe comprender que las insinuaciones de sectores del oficialismo de un supuesto «clima destituyente» no se condicen con la realidad. Debe deslindarse también de las visiones apocalípticas que entienden a la política como una puja a «todo o nada». En este sentido, varias versiones periodísticas sugirieron en los últimos días que un grupo cercano al ex presidente Kirchner –que cultiva este tipo de lectura extrema de los acontecimientos políticos– habría planteado a Cristina que debía renunciar a la Presidencia a causa de la derrota sufrida en el Senado.

Sin embargo, es importante señalar que CFK cuenta todavía con el aval de la ciudadanía –que la votó con el 45,3 por ciento de los sufragios en octubre de 2007– y aún puede conducir un gobierno exitoso. De hecho, las últimas encuestas indican que, a la par de la pérdida de popularidad de su marido y ex presidente, desde que remitió al Senado la discusión sobre las retenciones móviles, su imagen no sólo dejó de caer, sino que mejoró levemente.

EL EJEMPLO DE LULA EN BRASIL

Un ejemplo cercano de cómo un revés parlamentario no es en absoluto una «herida de muerte» nos la ofrece una experiencia reciente de Lula de Silva. El mandatario brasileño sufrió el pasado 13 de diciembre la derrota más grave desde que está en el poder, cuando el Senado rechazó por cuatro votos, con ayuda de varias figuras oficialistas, la «ley del cheque», por la que ingresaban al Tesoro brasileño 22.000 millones de dólares anuales. A pesar de que Lula venía apelando a todos los recursos –igual que los Kirchner con el proyecto de las retenciones al agro– para salvar su iniciativa, su gobierno tomó con calma la derrota política. Brasil no sucumbió por este traspié del Ejecutivo. Por el contrario, los principales analistas de ese país festejaron la muestra de vitalidad de la oposición y lo que ello significaba para el fortalecimiento institucional del Estado.

El desafío de CKF es, en definitiva, reeditar una de las clásicas reglas de la buena política: aquella que sugiere la necesidad de una sintonía fina entre los que la ciudadanía espera y lo que los gobernantes tienen para ofrecerle.

VIRAJE EN EL HUMOR SOCIAL DE LOS ARGENTINOS

Ahora bien, el desafío de Cristina no se limita solamente a interpretar el viraje en el humor social de los argentinos. Es cierto también, a contramano de lo que omite el coro de opositores al kirchnerismo (que desde la derecha hasta la izquierda se plegó, sin ideas propias, al reclamo agropecuario después de años de no haber podido articular una oposición razonable), que en octubre la ciudadanía argentina apoyó masivamente la continuidad del proyecto económico de los Kirchner.

Las condiciones para que CFK ajuste su estrategia y emprenda el cambio son todavía muy buenas, a pesar del revés sufrido en el Senado. Argentina tiene una democracia cada día más sólida y una economía ordenada en sus aspectos fundamentales. Se ha soportado el reciente conflicto con el campo en el marco de la ley y de la Constitución, con un debate parlamentario ejemplar que, en gran medida, ha renovado la confianza en las instituciones.

«Ningún país especializado en un solo sector ha sido capaz nunca de librarse del subdesarrollo»

Al mismo tiempo, el conflicto se soportó sin perder de vista los equilibrios fundamentales en el presupuesto, la moneda y el tipo de cambio. Se cuenta con una amplia disposición de reservas internacionales que ha permitido enfrentar con solvencia las turbulencias externas acicateadas por la crisis hipotecaria en los Estados Unidos. Y hay además un mercado internacional que presenta perspectivas inmejorables para las exportaciones argentinas. Es en este contexto que Argentina debe ser capaz de trascender el debate reciente con una mirada superadora, que no se limite a las visiones mutuamente excluyentes que proliferaron en los últimos cuatro meses.

EL MODELO PRODUCTIVO DESEABLE

Como ha afirmado, con su lucidez habitual, el economista argentino Aldo Ferrer: «El debate se ha planteado en términos de si es equitativo distribuir la renta agraria para defender el precio de los alimentos en el mercado interno y tener un reparto más equitativo de la riqueza, o si esa renta les corresponde plenamente a quienes producen los bienes exportables (…) A mi juicio, este tratamiento es insuficiente porque en el tema de las retenciones está implícito un problema previo y muy importante, que es el de la estructura productiva».

«En manos de los halcones, el futuro es poco alentador»

Como se sabe, ningún país del Primer Mundo ha alcanzado este estatus sin una estructura productiva integrada y diversificada. Esto significa que el desarrollo no puede sostenerse sólo en la producción de productos primarios, o sobre la transformación y renta que otorgan dichos productos. Según Ferrer: «Países muy ricos en petróleo, cobre, minerales o recursos tropicales no salen del subdesarrollo si no logran conformar una estructura productiva diversificada (…) Por lo tanto, un Estado moderno tiene la obligación y el derecho de administrar los precios internacionales de fronteras hacia adentro para lograr los objetivos del desarrollo nacional, que consisten precisamente en tener una estructura completa, que abarque desde la producción de recursos naturales hasta la industria de servicios complejos». Así pues, sería absolutamente ingenuo pensar que el país tiene futuro atado a la renovada versión de la idea decimonónica de la «Argentina granero del mundo». Ningún país especializado en un solo sector ha sido capaz nunca de librarse del subdesarrollo.

Aunque con enormes falencias en la comunicación, la concepción de una estructura económica diversificada está en la base del modelo de país que los Kirchner han trazado desde 2003. Lamentablemente, y con esto volvemos al punto de inicio de este artículo, primero Néstor y ahora Cristina están perdiendo –a causa de estériles disputas internas– a un grupo de dirigentes políticos y de cuadros técnicos capaces de instrumentar el deseable proyecto de una economía madura y diversificada. En manos de los halcones, el futuro es poco alentador.