angosocaucasocuatro.jpgEl mensaje enviado desde Moscú es claro: nada ni nadie detendrá al gigante ruso ante la adversa perspectiva de perder su esfera de intereses políticos, económicos y estratégicos en el Cáucaso.
LAS ARMAS HAN DADO PASO a la diplomacia en Georgia, pero el resultado no puede ser más claro para todas las partes: Rusia se ha impuesto brutalmente en este frágil y atomizado país, la Unión Europea (UE) ha aceptado las condiciones de Moscú para poner fin temporalmente a un conflicto que lejos de solucionarse permanecerá presente por algún tiempo en las agendas de todas las cancillerías europeas y, por último, la «kosovización» del Cáucaso, ya anunciada por la diplomacia rusa tras la errática decisión occidental de reconocer la independencia de Kosovo, está servida.

«Las amenazas del ex presidente ruso y ahora primer ministro, Vladimir Putin, se han cumplido y Rusia ha decidido pasar a la acción»

Georgia, al igual que Moldavia, seguirá fragmentada y dividida por mucho tiempo, mientras que las entidades políticas prorusas seguirán manteniendo, aún más si cabe, su fuerza y su vigor; tan sólo les falta el reconocimiento internacional, algo que no debemos descartar dado el desenlace de la reciente crisis y el acuerdo alcanzado entre la UE y Rusia. Abjasia y Osetia del Sur, no lo olvidemos, comenzarán ahora a discutir su futuro estatuto político. Tras Kosovo, todo vale.

FRENAR LA INFLUENCIA OCCIDENTAL EN EL PATIO TRASERO

En definitiva, las amenazas del ex presidente ruso y ahora primer ministro, Vladimir Putin, se han cumplido y Rusia ha decidido pasar a la acción, es decir, impedir por todos los medios que su «patio trasero», el Cáucaso, quede bajo la influencia occidental –sobre todo de la Alianza Atlántica, que todavía genera enormes recelos en los círculos políticos rusos– y que Georgia pueda ser algún día miembro de la OTAN. Una Georgia dividida, tullida, separada en varias entidades políticas y derrotada en todos los frentes, incluido el militar, tiene muchas menos posibilidades de integrarse en un futuro en la UE y en la OTAN que un país con su integridad territorial recuperada y un marco político estable, seguro y en buena vecindad con sus fronteras. Ahora, como ha ocurrido en el pasado de Georgia tantas veces, Triblisi tendrá que aceptar las realidades sobre el terreno. Y negociar con Moscú en unas condiciones de clara desigualdad, dada su clara derrota militar en la penúltima batalla –no la última–, y «aparcar», quizá para siempre, sus pretensiones europeístas y euroatlánticas.

«La reacción de Rusia ha sido absolutamente desproporcionada, brutal y sanguinaria»

Es cierto que la reacción de Rusia ha sido absolutamente desproporcionada, brutal y sanguinaria, habiendo llevado el terror y los bombardeos contra la población civil y núcleos urbanos de escaso valor militar, pero no es menos cierto que el presidente de Georgia, Mikheil Saakashvili, calculó mal la predecible reacción de Moscú ante sus legítimas pretensiones por recuperar la integridad territorial de su maltratado país. Estaba claro que Moscú, que quizá tan sólo esperaba el casus belli para intervenir contra Georgia, no iba a tolerar perder sus dos principales bases logísticas y operativas en el Cáucaso: Osetia del Sur y Abjasia, su salida natural al Mar Negro desde la desintegración de la Unión Soviética.

Los líderes georgianos tenían que haber tenido una mayor capacidad de previsión y análisis, dos rasgos fundamentales que no deben faltar en un buen líder político de esta zona del mundo siempre convulsa e inestable.

LA PÉRFIDA ESTRATEGIA RUSA

La estrategia de Moscú, de tierra arrasada y sin escatimar víctimas civiles, es una copia calcada de la empleada con «éxito» en Chechenia, donde las fuerzas rusas se impusieron en una guerra fratricida y donde la violación de las más elementales normas humanitarias fue la tónica dominante. Hoy en Chechenia, por obra y gracia de un ejército que no tiene en consideración las bajas inocentes y los «daños colaterales», reina la paz de los cementerios sin que Occidente haya hecho nada por la desafortunada población chechena, víctima de las arbitrariedades y la brutalidad del ejército ruso.

«Mientras la UE y la OTAN salen divididas, Rusia tiene claro que la brutalidad sigue siendo la mejor opción táctica»

La victoria rusa en Georgia tiene un enorme parecido con la de Chechenia, pues sigue el mismo guión en la desproporción en los medios y en lo indiscriminado de los ataques militares, que incluso llegan a contemplar los bombardeos de poblaciones civiles y zonas de nulo interés militar. Rusia ha ganado esta corta guerra de verano, mientras que la Europa democrática, siempre cabizbaja, dividida y liderada por una Francia henchida de las viejas glorias nacionalistas sustentadas en una «grandeur» trasnochada, ha perdido la batalla, al menos política. Esta intervención, no lo olvidemos, es quizá tan sólo preludio, de nuevas acciones belicosas por parte de Moscú en otras regiones de su pretendida periferia; mientras la UE y la OTAN salen divididas sobre cuál hubiera sido la mejor respuesta frente a la acción militar rusa, Rusia tiene claro que la brutalidad sigue siendo la mejor opción táctica. Pobre Europa.

¿Y LA OTAN?

A pesar de lo que se sostiene desde Washington en el sentido de apoyar la causa georgiana, los tozudos hechos sobre el terreno inducen a pensar que la pretensión de Triblisi de ingresar como miembro de pleno derecho en la Alianza Atlántica queda postergada sine die y con escasas perspectivas de éxito dadas las adversas circunstancias actuales y la problemática que presenta este frágil Estado caucásico.

«La suerte de Georgia está echada, al menos por ahora»

Además, al igual que ocurrió en la crisis chechena, ¿quién osará enfrentarse a Rusia por el devenir de este pequeño pueblo en aras de sacrificar sus pingues intereses económicos? La suerte de Georgia está echada, al menos por ahora. Se impone el realismo político, la cobardía frente a Moscú ofrece más réditos políticos para algunos dirigentes europeos que la redefinición de unos principios estratégicos ya caducos y fracasados. No obstante, y que nadie lo pierda de vista en Europa, el mensaje enviado desde Moscú es claro: nada ni nadie detendrá al gigante ruso ante la adversa perspectiva de perder su esfera de intereses políticos, económicos y estratégicos en el Cáucaso.