minorias.jpg Con frecuencia los medios de comunicación resaltan el papel determinante de las minorías en las elecciones norteamericanas, aportando para ello distintos datos. Pero este asunto es mucho más complejo de lo que parece a primera vista. No todos las comunidades latinas, asiáticas, de color, o judías votan en bloque, ni mucho menos.

(Desde Madrid) CON MUCHA FRECUENCIA los medios de comunicación resaltan el papel determinante de las minorías en las elecciones norteamericanas, aportando para ello distintos datos. El voto latino será decisivo, anunciaba el gobernador de Nuevo México, Bill Richardson, el 8 de junio pasado. Pero este asunto es mucho más complejo de lo que parece a primera vista. Para empezar en cualquier proceso electoral decir que un segmento del electorado ha decidido o va a hacerlo es cuanto menos arriesgado. ¿Y por qué no son los otros grupos que han votado lo mismo los que deciden? No obstante, desde un punto de vista de análisis electoral es legítimo hacer este ejercicio, que por otra parte ayuda a entender las tendencias y los sistemas electorales, muchas veces muy complicados y todavía más si cabe en Estados Unidos. «Los candidatos se ven obligados a llevar a cabo delicadas campañas específicas para cada minoría y sus organizaciones»

Los hispanos (o latinos), por ejemplo, constituyen la minoría más numerosa, unos 47 millones de habitantes, aproximadamente un 15 por ciento de la población. Pero en el mejor de los casos su peso electoral no llega al 9 por ciento del total (9,2 millones máximo), es decir que en términos globales su peso es importante aunque no resolutivo. Su influencia electoral hay que verla en todo caso por Estados, y es cierto que en algunos, como Texas, Colorado, Nuevo México, California y especialmente Florida, pueden decantar los delegados hacia un partido u otro, y éstos a su vez hacerlo en el Colegio Electoral federal a favor de alguno de los candidatos. Claro que volviendo a lo anterior, son igual de determinantes que los demás votantes del mismo partido.

Sea como sea, los candidatos y sus equipos se ven obligados a llevar a cabo onerosas y delicadas campañas específicas para cada minoría y sus organizaciones, sobre todo por supuesto las más numerosas y las consideradas más influyentes.

LAS MINORÍAS VAN ASOCIADAS A GRANDES DEBATES

Tanto o más que por su valor numérico, las minorías son importantes porque suelen traslucir los grandes debates que recorren a la sociedad norteamericana. «La polémica racista no concierne solamente a la población negra, sino que configura gran parte del voto de los blancos» La minoría negra, por poner un caso, comporta la gran discusión sobre el racismo, y no sólo hacia los afroamericanos, sino hacia otros colectivos étnicos, los indios sin ir más lejos. La raza es un asunto que esta nación no se puede permitir el lujo de ignorar ahora, dijo el mismísimo Barak Obama en su célebre discurso de 18 de marzo en Filadelfia.

Las múltiples manifestaciones de racismo constituyen aún una asignatura pendiente. Hay que pensar que el racismo fue el núcleo ideológico que desencadenó la única guerra civil sufrida por Estados Unidos (1861-1865), que la Civil Right Act es de 1964 y que todavía se viven episodios claramente racistas (algunos protagonizados por la policía), así como un sentimiento más o menos difuso de la superioridad blanca. Al parecer, el Ku Klux Klan es cada día más fuerte después de su casi desaparición. La polémica racista no concierne solamente a la población negra, sino que configura gran parte del voto de los blancos. Por algo un 8 por ciento del electorado blanco reconoce en las encuestas que nunca votaría a un candidato de raza negra, léase Barack Obama, aunque sea de la misma cuerda ideológica. O que sólo el 31 por ciento de los blancos tiene una opinión enteramente favorable hacia «¿Por qué tienen que votar lo mismo, sólo porque son negros? Lo mismo puede decirse de los hispanos, cruzados por las diferencias presentes en América Latina»Obama.

La minoría latina plantea a su vez el complicado tema de la inmigración, cuestión muy sensible en un país hecho por inmigrantes y que aún acoge a millones de recién llegados de forma legal o ilegal. La presión migratoria y demográfica de los hispanos preocupa al resto de electores y puede decantar su voto según las afirmaciones o las promesas que se hagan durante la campaña. Por esta razón los candidatos no pueden perder de vista el retrovisor cuando se dirigen de una forma u otra a las minorías pidiendo su voto, ya que impactan del mismo modo al resto de los votantes. Y así sucesivamente.

Los asiáticos, también con un largo pasado de represiones y desprecios racistas, reflejan hoy día las embrolladas relaciones con el gigante chino (gobernado por el Partido Comunista, no se olvide). Los judíos traen a colación uno de los ejes fundamentales de la política exterior, las relaciones con Israel y el conflicto de Oriente Medio. Los indios son pocos (unos dos millones repartidos entre 600 tribus), pero son un recuerdo permanente y doloroso para una sociedad marcada aún por un genocidio, que según como se mire todavía no ha terminado. Etcétera.

LAS MINORÍAS ESTÁN FRAGMENTADAS

Por otra parte, las minorías tampoco son tan homogéneas como nos presentan en ocasiones. La que lo es más desde un punto de vista étnico, la afroamericana, sufre muchas fracturas sociales y territoriales, y no es raro constatar que los intereses de su burguesía no coinciden ni de lejos con las aspiraciones de la población de los guetos deprimidos y marginados de las grandes ciudades o de los Estados más pobres del Sur. «Sólo por ser mujer, Hillary Clinton es una minoría entre los profesionales de la política por más que su mensaje electoral fuera el de una mayoría muy heterogénea» ¿Por qué tienen que votar lo mismo, simplemente porque son negros? Lo mismo puede decirse de los hispanos, cruzados además por todas las diferencias y los enfrentamientos que observamos en América Latina: castristas contra anticastristas, mexicanos del Norte contra mexicanos del Sur, colombianos contra venezolanos, chilenos contra bolivianos, puertorriqueños asimilados contra independentistas, etcétera.

Pero es que, además, los hispanos de Chicago ven las cosas de una manera distinta a la de los de Florida y los californianos a la de los de Nueva York. Los afroamericanos coinciden con estas otras minorías en su lucha contra el racismo, pero al mismo tiempo compiten en franjas parecidas de puestos de trabajo, y se da por descontado que la crisis económica acrecentará estos enfrentamientos. Cuando McCain prometió el 20 de mayo en Miami que si llega a presidente favorecerá el procesamiento de Fidel y Raúl Castro, se ganó a los anticastristas, pero al mismo tiempo se enajenó las simpatías de otros inmigrantes hispanos atemorizados por la imagen de dureza dada. «La construcción de la sociedad norteamericana se hizo sobre prejuicios racistas y franjas y niveles distintos de inmigrantes»

Algunos analistas, como Miguel A. Bastenier, nos recuerdan que además hay minorías dentro de las minorías. Por ejemplo, Barack Obama es un caso atípico dentro de la gente de raza negra. Ni su origen remoto son los esclavos procedentes de África, ni su formación y su carrera son similares a las de la mayoría de color. Por esta razón, muchos de ellos no lo reconocen como uno de los suyos, y los blancos tampoco. Es más, Mike Huckabee es un fiel seguidor de la Iglesia baptista, contraria a los intereses de los católicos de origen italiano o irlandés de su partido, como otro excandidato republicano, Rudolph Giuliani. Mitt Romney es mormón, otra minoría religiosa (¿cristiana?) inasimilable para el resto de grupos. Simplemente por ser mujer, Hillary Clinton es una minoría entre los profesionales de la política por más que su mensaje electoral fuera el de una mayoría muy heterogénea, y además los 43 presidentes de Estados Unidos han sido hasta ahora varones y de raza blanca.

UNA MAYORÍA HECHA DE MINORÍAS

Acostumbrados a sociedades mucho más homogéneas (en España prácticamente todos sus habitantes son de cultura latina, lengua castellana y tradición católica) a los europeos les cuesta entender la enorme variedad de la norteamericana, en el origen mismo de su fundación. Como nos recuerda Gabriel Jackson, la construcción de la sociedad norteamericana se hizo sobre prejuicios racistas y franjas y niveles distintos de inmigrantes. Y si no, véase la magnífica película Gangs of New York de Martin Scorsese.

En tiempos electorales la única salida es ir creando una red de pactos entre minorías, y si uno se fija a esta labor se aplican los candidatos por encima incluso de la estricta captación de votos. Trabar mayorías estables más allá del simple resultado electoral y pensando en toda la legislatura, requiere un trabajo muy laborioso con las numerosas minorías y no solamente operaciones de imagen y retahílas de promesas deslavazadas.