stockmarket.jpgSea quién sea el próximo presidente de Estados Unidos, tendrá que administrar la caída de esta forma de entender el capitalismo y el inicio de un nuevo ciclo. La labor no será fácil teniendo en cuenta que en ocho años Estados Unidos ha fracasado; la definición de ese deseado nuevo liderazgo sólo será posible a partir de la proyección exterior de los valores internos capaces de ganar la confianza perdida.

(Desde Madrid) INMERSOS EN LA CRISIS FINANCIERA y una vez concluidos los debates entre los candidatos a la Casa Blanca, está claro que el apoyo a la clase media –con todo tipo de promesas que puedan lanzarse– y la gestión del Plan de Rescate son las claves decisivas para decidir el próximo Comandante en Jefe capaz de enfrentarse al nuevo enemigo global: las Bin Laden SubPrime.

La fórmula mágica que haga posible el milagro de la remontada electoral buscada por McCain, se centra en proponer que el Estado compre a los ciudadanos sus hipotecas basura, mientras que su oponente Obama –favorito en todas las encuestas, pero está por ver– defiende una fuerte regulación futura del sistema financiero.

Mientras esto ocurre, los espectadores asisten a este espectáculo que, como homenaje al reciente desaparecido Paul Newman, parece una nueva versión cinematográfica de El Golpe (Universal Pictures, 1973), pero en este caso el timado no es otro que la ciudadanía estadounidense y mundial, ingenuas víctimas propiciatorias de una forma contaminada de entender la mundialización económica y financiera.

UNA TERCERA VÍA ENTRE CAPITALISMO Y SOCIALISMO

La posición claramente electoral de ambos candidatos sobre este Plan de Rescate –presentado como una pieza fundamental para evitar el derrumbe del sistema financiero– supone la escenificación del fracaso estrepitoso del sistema económico preponderante en esta fase de la globalización especulativa. «El nacimiento de un híbrido económico y político supone el más claro exponente de una tercera vía entre capitalismo y socialismo fruto de la caída en cadena de un sistema podrido» Y también el fracaso de las Administraciones estadounidenses, especialmente esta última, y la de muchos gobiernos occidentales que no dudaron en participar en esa foto de las Azores financiera y alentaron un crecimiento falso sobre la base de las ficticias cuentas de resultados y de sueldos millonarios para ejecutivos sin ideología y sin escrúpulos.

Mientras tanto, los socios transatlánticos de la Unión Europea ruedan de reunión en reunión, del G4 hasta el Eurogrup, a remolque del Plan de Rescate estadounidense, adoptando un abanico de propuestas que va desde la nacionalización británica de la banca, hasta la intervención de entidades bancarias significativas por parte alemana, la compra de activos financieros estratégicos por parte francesa o, incluso, el aval público a entidades financieras en el caso español.

En resumen, el nacimiento de un híbrido económico y político que, más allá de otros antecedentes históricos y experiencias, supone el más claro exponente de una tercera vía entre capitalismo y socialismo fruto de la caída en cadena de un sistema podrido. Un proceso que haría las delicias de esos teóricos del derrumbe que, como Rosa Luxemburgo o Henryk Grossmann, lo habían presagiado con escaso éxito.

NUEVA ORDENACIÓN DEL PODER FINANCIERO Y ECONÓMICO MUNDIAL

Ciertas opiniones un tanto apocalípticas como la de John Gray (A shattering moment in America’s fall from power, en The Guardian) anuncian la caída esta vez, no del muro y de la Unión Soviética, sino del imperio político y económico estadounidense en el mundo. Sin caer en exageradas expectativas, parece claro que, sea quién sea el próximo presidente de Estados Unidos, tendrá que administrar la caída de esta forma de entender el capitalismo y el inicio de un nuevo ciclo; una nueva era del sistema económico mundial. Con el Plan de rescate del presidente saliente «Los principales y directos beneficiados de las medidas adoptadas seguirán siendo las instituciones financieras, pero la factura será pagada por las clases trabajadoras y medias» George. W. Bush aceptado por ambos candidatos, y con los distintos Planes de rescate en Europa, estamos asistiendo al nacimiento de nuevo liderazgo en el sistema internacional y hemos pasado de la política de seguridad preventiva a la política del capitalismo preventivo: una lectura principalmente financiera con intervención pública del Interés Nacional.

Sin embargo, son muchos los que en el fondo piensan que en lo fundamental de la crisis y de la decisión adoptada lo que ha pesado ha sido el Special Interest, el Interés Egoísta que algunos destacados historiadores en Estados Unidos han asignado a la política de este país en momentos en donde primaba la diplomacia del dólar y el imperio de las stocks options.

A fin de cuentas, la primera conclusión de este Crack de 2008 es que asistimos a una nueva ordenación del poder financiero y económico mundial, en donde los principales y directos beneficiados de las medidas adoptadas seguirán siendo las instituciones financieras, pero la factura será pagada por las clases trabajadoras y medias. Una ciudadanía global que, aún reconociendo la necesidad, valoran negativamente acudir con dinero público al auxilio de un sistema podrido, inyectando dinero de los contribuyentes sin conocer a priori claramente las condiciones –la letra pequeña de los respectivos Planes– y sin demandar responsabilidades económicas, financieras y también políticas. En conclusión, más dinero para éstos nuevos Banksters de esta Gran Depresión.

QUIEBRA DE LOS VALORES DEL SIGLO XX

«Hablar de este nuevo comunismo/socialismo capitalista es plantear con cierta sorna cuál puede ser el papel asignado a los poderes públicos y el futuro papel del Estado» Es inevitable pensar en la existencia de impunidad cuando, después del vale todo de esta barra libre financiera, muy probablemente los culpables de esta situación seguirán guiando en el futuro el timón económico y financiero de este barco. No depurar responsabilidades –como una condición inevitable en la intervención de los distintos Estados con el objetivo de sanear el sistema financiero– alimenta esa imagen de la existencia de ricos buenos, que van al cielo de los beneficios regulares y de la expansión, y de ricos malos, condenados al fuego de la quiebra y de la intervención; todo ello, en esta nueva Hoguera de las Vanidades que podría reescribir la sublime obra de Tom Wolfe, llevada al cine con no mucho acierto por Brian de Palma (Warner Bross, 1989).

A nadie se le oculta que detrás de los Planes de rescate en Estados Unidos y en la Unión Europea «No podíamos imaginar que existiría un Estado compasivo dispuesto a asumir un liderazgo financiero alternativo» –también de las propuestas estrella de ambos candidatos a la Casa Blanca– se encuentra una gran quiebra de los valores políticos e ideológicos que habían regido gran parte del siglo XX y estos albores del XXI.

Hablar de este nuevo comunismo/socialismo capitalista o incluso (me perdone Lenin por el anatema) del socialismo como fase superior del capitalismo, es plantear con cierta sorna cuál puede ser el papel asignado a los poderes públicos y el futuro papel del Estado, después de la nacionalización y de la compra estatal de instituciones financieras en la búsqueda de una solución a la crisis. Ante esta nueva consideración del Estado es inevitable ver el reflejo de Keynes y dar la razón a aquellos renombrados compañeros economistas que siguen reivindicando con fuerza su figura y sus ideas (al respecto, véase www.economiasuntzu.blogspot.com)

¿ESTADO COMPASIVO O ESTADO ESPECULADOR?

Después que el discurso neoliberal decretara el Estado mínimo como un elemento inevitable en la frontera entre lo público y lo privado, llegamos al Estado residual demandado por muchas posiciones que defendían la necesidad de entregar la responsabilidad pública a los intereses privados. Alternativamente a esta visión, otros defendimos que el objetivo en esta Era debería ser construir un Estado Inteligente –como nos enseñó Bernardo Kliksberg (idea que puede encontrarse en www.anahitxt.com.ar/blog2/wp-content/kli_repen1.pdf)– con una necesaria presencia estatal y primando la clave social en el diseño de las políticas públicas. «El debate en la Unión Europea supondrá una nueva definición de los Estados de Bienestar Social»

Unos y otros, no podíamos imaginar que dentro de estas alternativas, también existiría un Estado compasivo dispuesto a asumir, como está ocurriendo en esta crisis, un liderazgo financiero alternativo. En Estados Unidos algunos críticos del Partido Republicano o próximos al sentimiento más conservador (clásico y neo), lo califican como un Estado filo-socialista transformado en Estado especulador.

El debate sobre esta cuestión en la Unión Europea –agravada la crisis integradora después del segundo plano que han ocupado el Consejo Europeo a lo largo de este proceso– con toda seguridad supondrá una nueva definición de los Estados de Bienestar Social —progreso social como señala el Tratado y la non nata Constitución–, para, después de vivido lo vivido y con nuevos ojos, ponderar la mayor o menor necesidad y presencia del Estado en los diferentes proyectos políticos y económicos.

GANAR LA CONFIANZA PERDIDA

En Estados Unidos, epicentro de este torbellino y en plena campaña presidencial, el debate respecto al futuro y responsabilidades del Estado en el diseño y ejecución de las políticas públicas –como señalan algunos analistas– pone claramente al descubierto significativas incongruencias; por ejemplo: ¿qué tipo de sistema es éste que acepta con naturalidad que el Estado compre participaciones en los bancos, se haga con el control monetario de Wall Street con un Rescate financiado con el dinero de los ciudadanos y no acepte el seguro médico como un derecho universal? Algunas de estas graves incoherencias tienen que ver con puntos centrales en las últimas campañas electorales en ese país y conectan con la promesa de Obama de ir avanzando hacia ese último objetivo en la universalización de derechos básicos.

El nuevo liderazgo estadounidense depende en gran parte de esta nueva definición del Estado y de la solución progresiva de estas grandes incongruencias; más aún si, como señalan Obama y McCain, Estados Unidos ambicionan seguir siendo arquetipo económico y paradigma político de principios y valores del sistema occidental. La labor no será fácil teniendo en cuenta que en ocho años Estados Unidos han fracasado en su proyecto nacional e internacional; el fracaso estrepitoso de una sociedad que se considera ganadora y que lleva el triunfo en su ADN nacional. La definición de ese deseado nuevo liderazgo sólo será posible, como siempre ha sido históricamente en el caso estadounidense, a partir de la proyección exterior de los valores internos pero, sobre todo, si es capaz de ganar la confianza perdida. En conclusión, un New Deal para esa nación y también para el sistema internacional.