obamaforpte.jpgPrácticamente en cada casa donde vive una persona africana por nacimiento u origen, se está produciendo un fenómeno psicológico catártico y transformador, una inyección de autoestima, una dignidad recobrada.

(Desde Madrid) PRÁCTICAMENTE EN CADA CASA donde vive una persona africana por nacimiento u origen, se está produciendo un fenómeno psicológico catártico y transformador, una inyección de autoestima, una dignidad recobrada, la dignidad histórica de un pueblo que ha pasado de ser oficialmente categorizado como inferior y sobre el que se decía, en la mayoría de los libros de texto anteriores a la Segunda Guerra Mundial que estaba condenado a la extinción a colocar un digno representante a la cabeza de la nación actualmente hegemónica en el mundo.

«Probablemente el orgullo no habría sido tanto si Colin Powell o Condoleezza Rice hubiesen sido quienes se hubiesen postulado en las presentes elecciones» Barack Hussein Obama, hombre negro hijo de africano negro y de mujer blanca norteamericana ha sido designado por la mayoría de sus conciudadanos para dirigir los destinos de su país, un hecho sin precedentes, que no acota ni mucho menos las responsabilidades que le aguardan.

Quizás lo mejor de Obama sea su vida y su programa progresista; probablemente el orgullo no habría sido tanto si Colin Powell o Condoleezza Rice hubiesen sido quienes se hubiesen postulado en las presentes elecciones. De hecho, Kofi Annan ya fue Secretario General de la mayor organización multinacional a escala planetaria y este hecho no necesariamente supuso un revulsivo en la conciencia de las personas negras. ¿Por qué? Sus experiencias vitales y sus personalidades son tan distintas como distantes.

UNA HISTORIA INUSUAL

Obama con una biografía atípica para el siglo XX pero cada vez más típica para el XXI, ha tenido la oportunidad de conocer lugares diferentes, experiencias distintas y facetas muy diversas de su realidad como individuo y, por ende, del mundo en que vivimos. «Sus referencias familiares le han otorgado un cierto equilibrio para comprender los desafíos que enfrenta su continente de origen» Cuando Obama conoció al Doctor Jeremiah Wright, el apasionado pastor panafricanista de la Iglesia Trinitaria de Chicago, era por entonces un joven en busca de su identidad, y, tal y como relata en su libro Los Sueños de Mi Padre, los discursos de Wright atrajeron su atención y supusieron una toma de conciencia para alguien en busca de un lugar en el mundo.

En el verano de 1988, siendo estudiante de Harvard, Obama visitó Kenia, tuvo un contacto directo con sus familiares, y también ocasión de conocer de primera mano las contradicciones del postcolonialismo africano.

Por una parte, a su fallecido padre, Barack, economista, «La controversia Obama-Wright es un ejemplo de cómo el posibilismo idealista se desprende del idealismo radical» su propia honradez lo convirtió en un fracasado en una sociedad destruida por el legado colonial, donde la corrupción ha sido la moral gubernamental imperante; por otra parte, su abuelo Onyango fue más bien un ejemplo de colaboracionismo con el colono que de independencia o panafricanismo. Lejos de la idealización de África, estos hechos le han otorgado un cierto equilibrio para comprender los desafíos que enfrenta su continente de origen, y seguramente le ofrecieron una idea realista sobre las diversas motivaciones del Ser Humano.

De vuelta en Estados Unidos, es seguro que Obama tuvo que ordenar todas estas ideas en su mente y establecer un esquema de prioridades donde el cómo debería tener tanta importancia como el qué.

LA INFLUENCIA DE WRIGHT

Dos décadas después, ya metidos en campaña por la presidencia de Estados Unidos, la denominada controversia Obama-Wright es un ejemplo de cómo el posibilismo idealista se desprende del idealismo radical. El distanciamiento estratégico de Obama respecto al pastor Wright ha podido hacer creer a muchos que este último era una suerte de impresentable rencoroso, el negro afroamericano siempre irritado que los americanos de origen europeo no desean ver ni en pintura, carente de seriedad en su discurso. «Obama se ha formado en el Panafricanismo y entiende la dialéctica de las asimetrías, al tiempo que tiene la elegancia estratégica de no dejarse llevar por el sentimiento victimista»

Bien lejos de la realidad, Wright es la misma persona que salvó al presidente Lyndon B. Johnson la vida en una operación a pulmón abierto, al tiempo que mantenía una coherencia ideológica antisistema, y es, pese a quien pese, la persona que ha formado aquella parte de la identidad de Barack Obama necesitada de la seguridad en sí mismo y que sólo el Panafricanismo puede dar a una persona negra en un entorno como es el de Estados Unidos.

Lo que diferencia a Obama de Wright no es tanto las ideas como las formas, algo tan simple como eso. Es por ello que, quienes conocen la biografía de Obama y en especial los africanos y africano-descendientes residentes en las cuatro esquinas del mundo, saben que se ha formado en el Panafricanismo y entiende la dialéctica de las asimetrías, al tiempo que tiene la elegancia estratégica de no dejarse llevar por el sentimiento victimista, y esperan que no traicione esta segunda agenda no revelada. A partir de ahora, los retos que le aguardan, como es sabido, no son pocos, en especial los frentes abiertos en Oriente Medio, aunque su sola presencia en el Despacho Oval ya augura un efecto global.

LA DEMOCRATIZACIÓN AFRICANA

En España el efecto Obama se está traduciendo en las mentes de los activistas sociales panafricanistas en que pronto el conformismo autocomplaciente de las instituciones españolas deberá dejar paso a políticas de acción afirmativa con la población inmigrante residente, y en especial los africanos y sus descendientes que en proporción somos ni más ni menos que la mitad de los que residen en Estados Unidos.

En una escala mayor, a los ojos de los africanos y los africano-descendientes, la gran expectativa está en saber cómo va a contribuir Obama a la democratización y unidad africanas, un asunto que le será puesto sobre la mesa más pronto que tarde y en el que tendrá que decidir entre los intereses de Estados Unidos y los valores panafricanistas, como es el caso de Guinea Ecuatorial, el segundo país proporcionalmente más rico de la tierra y gobernada de modo tiránico con el apoyo tácito o directo de las petroleras estadounidenses.

El efecto Obama podrá entonces pasar de ser psicológico y hasta estético a convertirse en una realidad para el continente negro y quién sabe si contribuir al sueño africano de su padre que es tan universalizable como el propio sueño americano.