embajadorarumanaanimaregreso.jpgEspaña acoge a más de 750.000 rumanos, de los cuales sólo 230.000 cotizan a la Seguridad Social, pero poco se sabe de ellos. Pese a la demanda de mano de obra en Rumanía y a la moratoria sobre la contratación de ciudadanos rumanos en España, no se prevé que los residentes rumanos retornen a su país.

(Desde Madrid) TODO EXILIADO ES UN ULISES en camino hacia Itaca. Toda existencia real reproduce la Odisea: el camino hacia Itaca, hacia el Centro. Estas palabras pertenecen a Mircea Eliade, el gran humanista rumano, forzado por el destino histórico de la primera parte del siglo XX, a elegir el exilio sin retorno.

Superada la Guerra Fría, tras el gran exilio intelectual, en el contexto de la crisis de la transición hacia la democracia y la economía del mercado, desde el mismo país, Rumania, «En España hay más de 100.000 rumanos en paro. La mayoría trabajaba en la construcción, el sector más castigado por la economía, pero también en el sector servicios» comenzó el gran éxodo económico hacia Occidente. Si al principio la emigración se dirigió hacia países más próximos, después de la apertura de las fronteras Schengen, en 2002, países como Italia y España se convirtieron en receptores netos de inmigrantes rumanos, de tal manera que, a punto de finalizar el año 2008, en España viven más de 750.000 inmigrantes rumanos, siendo el más numeroso colectivo de extranjeros en este país.

Tras el incesante goteo de inmigrantes rumanos, su intensa movilidad circulatoria laboral, su empleo en sectores de la economía sumergida, bajo el efecto de la crisis económica, en España hay más de 100.000 rumanos en paro. La mayoría de ellos trabajaba en la construcción, el sector más castigado por la economía, pero también en el sector servicios. Según la Encuesta de Población Activa, de los 750.000, 448.000 están trabajando, aunque sólo 230.000 cotizan a la Seguridad Social. ¿Y los demás? Viven su propia temporada en el infierno, trabajando en sectores de la economía sumergida, sin derechos ni opción a escoger otros caminos.

PUENTE ENTRE ESPAÑA Y RUMANÍA

En el Tratado de Adhesión de Rumania a la Unión Europea, «No hay que obviar la cara oscura de la inmigración procedente de este país, expresada, sobre todo, en el tráfico de seres humanos, o en la delincuencia» del 1 de enero de 2007, se permitió a los Estados miembros fijar moratorias a la contratación laboral. España la fijó en dos años, y ahora el Gobierno español tiene que decidir si la prorroga o no.

La contribución de los rumanos a la economía española es positiva (0,71 por ciento del PIB), los inmigrantes intentan integrarse, aprenden el idioma, tienen más de cien asociaciones, medios de comunicación, un Instituto Cultural Rumano muy activo, la escolarización de sus hijos es casi total, e incluso se celebran matrimonios mixtos.

Sin embargo, no hay que obviar la cara oscura de la inmigración procedente de este país, expresada, sobre todo, en el tráfico de seres humanos, o en la delincuencia. Estas manchas, sin llegar a provocar tensiones tal como ocurre en Italia, «El Gobierno rumano asegura ahora con claridad que necesita a medio plazo un millón de trabajadores cualificados» oscurecen la imagen de los rumanos en España, pese a los intentos del Gobierno rumano de mejorarla mediante la reciente campaña Hola, soy rumano.

La globalización hizo que las distancias se redujeran y que los medios de comunicación cobraran un papel relevante en las relaciones internacionales y por tanto, en la geopolítica migratoria del siglo XXI. Rumania se aproximó a España. El transnacionalismo creó redes, aumentaron las inversiones, se fortalecieron las relaciones culturales y se creó un incipiente puente de unión entre los dos países.

CONSTRUIR UN FUTURO SOBRE BASES MÁS SEGURAS

Ahora, el Gobierno rumano asegura con claridad que necesita a medio plazo un millón de trabajadores cualificados y, «Habrá un regreso, pero, por ahora, los rumanos prefieren esperar y construir su futuro sobre bases más seguras, sin navegar a la deriva» recientemente, ha emprendido varias campañas informativas a sus compatriotas dispersos por toda la geografía española, invitándoles a casa. Y todo ello, con el telón de fondo de las próximas elecciones parlamentarias de Rumania.

¿Por qué no regresa la gente a su país? Su principal argumento es la gran diferencia de salarios, puesto que en Rumania no ganarían más de unos 300-350 euros al mes. Es cierto que hace falta mano de obra, porque el país crece y se necesitan infraestructuras. Las empresas españolas coinciden en que hay que invertir en Rumania en viviendas y carreteras, apoyando de esta manera el retorno de los rumanos.

Habrá un regreso, «Rumanía deberá colaborar con la UE, respetando los derechos humanos de todo aquél que circula en busca de una vida mejor» pero, por ahora, los rumanos prefieren esperar y construir su futuro sobre bases más seguras, sin navegar a la deriva. Fieles a la naturaleza humana, cuanto más se les insista, más se resistirán.

¿Se levantará la moratoria? Voces especializadas, como la del Catedrático de Filosofía del Derecho y Filosofía Política en la Universidad de Valencia, Javier de Lucas, señalan que todavía no… puesto que la avalancha no ha acabado aún, que los rumanos seguirán emigrando masivamente todavía. De todas formas lo harán. Con o sin moratoria. Con o sin derechos. Porque la frontera nunca ha impedido el paso de nadie. No es posible que los ciudadanos de un país que pertenece a la Unión Europea no puedan trabajar libremente en su mercado.

CUANDO EL MUNDO DEJA DE SER EXTRAÑO

¿Qué ocurre con la UE? ¿Y con Rumania? «Tanto los que vuelvan o los que se queden serán ya ciudadanos universales que vivirán, como recordaba Séneca, con la convicción de que todo el mundo es su propio país». Lentamente, tal como pasó en España, Rumania se está transformando en país de inmigración, dado que acoge inmigrantes de Moldavia, Ucrania, o la lejana China.

En este contexto, el Gobierno rumano deberá colaborar con la UE, de una manera coherente respetando los derechos humanos de todo aquél que circula en busca de una vida mejor, sin olvidar que es ya un país de inmigración, pero cuyos ciudadanos caminan globalmente hacia otros países más desarrollados para mejores ganancias. La apertura del centro de Internamiento en la ciudad de Timisoara en 2008 (en el marco de la Directiva Europea de retorno) como uno de los mayores centros de detención de ilegales situados en la frontera Este de tan selecto club, no es precisamente un punto positivo para Rumania, país que, debatiéndose entre la inmigración y la emigración todavía se sigue recuperando del frío dictatorial.

Pero los rumanos encontrarán su Centro en el camino hacia su país. Escribirán su Odisea algunos con más éxito que otros. Algunos permanecerán en el eterno viaje migratorio, en su transitoriedad perpetua, y algunos regresarán con más formación, más preparados para volver a empezar. Pero tanto unos como otros, de una cosa estarán seguros: el viaje de la migración les habrá ayudado a comprender a la manera de los estoicos que el mundo nunca ya les será extraño, desde el momento en el cual encontrarán el simbolismo del Centro al que remitía La Elíade. Tanto los que vuelvan o los que se queden serán ya ciudadanos universales que vivirán, como recordaba Séneca, con la convicción de que todo el mundo es su propio país.