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América Latina representa para Moscú un teatro de operaciones disuasivas que contrabalancea el Gran Juego por recuperar sus espacios de poder ocupados por Estados Unidos en el ex espacio soviético.

(Desde Montevideo) NO SE PUEDE CONSTRUIR una estrategia geopolítica propia y viable basada simplemente en una alianza antiestadounidense. Buena parte de América Latina intenta llevar adelante un modelo de integración fundado en una política exterior de confrontación con Washington, al menos así lo hacen algunos de sus líderes, que no escatiman esfuerzos para sumar a tirios y troyanos en esa cruzada. Para ello se apoyan en el sentimiento antiestadounidense de los últimos años, especialmente en Sudamérica, donde las encuestas revelan algunos de los niveles de rechazo más altos del mundo, y que tiene más que ver con las políticas unilaterales del presidente George W. «La política exterior no debería hacerse en contra del gobierno de Estados Unidos, se debe hacer a favor de los intereses propios de la región» Bush que con los valores o la cultura de la principal potencia mundial.

Nuestro continente alberga hoy graves diferencias estratégicas internas, notorias divergencias de carácter político-económico-ideológico, agudos conflictos, diferentes visiones, incluso antagónicas, sobre el orden internacional y sus consiguientes posicionamientos y, obviamente, enormes asimetrías en todas las esferas, que hacen naufragar las iniciativas para consolidar los necesarios proyectos de integración. Muchas veces queda todo en un discurso de buenas intenciones, y no pasa más allá de las encendidas y retóricas intervenciones de las cumbres presidenciales. Una alianza antiestadounidense no logrará revertir esas diferencias. Sólo se podrán ocultar momentáneamente. Los ejemplos sobran.

LEJOS DEL MODELO EUROPEO

La política exterior no debería hacerse en función de estar en contra del gobierno de Estados Unidos, o de las administraciones de otras grandes democracias, se debe hacer a favor de los intereses propios de la región y de sus respectivas sociedades. «Hugo Chávez, que sueña con dirigir Venezuela de forma indefinida, sigue en su campaña de confrontación con Estados Unidos y fogonea la confrontación» Estamos en un mundo cada vez más complejo y globalizado, en donde navegar para llegar a buen puerto se ha convertido en un arte. No se pude avanzar y construir por la negativa. Una alianza contra Estados Unidos no asegurará que los gobiernos latinoamericanos logren acuerdos duraderos justos y solidarios en materia de integración política y económica.

La danza de siglas, productos de los desacuerdos, son un ejemplo. Mercosur, Unasur, Can, Alba, entre otras, marcan algunas de las grandes diferencias que hoy existen. Mientras brotan los desencuentros y priman los intereses nacionalistas, cada vez más, nos alejamos del modelo de integración europeo, que alguna vez muchos líderes de la región lo tomaron como un buen ejemplo para seguir.

El mandatario venezolano, Hugo Chávez, que sueña con dirigir Venezuela de forma indefinida, sigue en su campaña de confrontación con Estados Unidos y fogonea la confrontación. Al igual que lo hizo Fidel Castro en la década del 60. Más allá de los negocios, le abrió la puerta a Rusia al continente. Antes lo hizo con Irán. Ambos países extra regionales tienen un claro interés por disputar la histórica influencia de Estados Unidos en América Latina.

GIRA ESTRATÉGICA DE MEDVEDEV

«Ahmadinejad, visitó este año Bolivia y Venezuela, países enfrentados ideológicamente con Estados Unidos, arropado por los discursos del eje que reúne a Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia y Ecuador» A tirios y troyanos le sirve la nueva estrategia. Moscú y Teherán amplían su influencia diplomática y simultáneamente generan nuevos negocios. Los países latinoamericanos del eje que Chávez lidera, por su parte, establecen alianzas que ayudan a reducir el peso de la política estadounidense en el continente.

La reciente gira del presidente ruso por América Latina es un mensaje de desafío a Washington, y una respuesta a la influencia de Estados Unidos en países de Europa Oriental que fueron satélites soviéticos en la guerra fría (1945-1990) y en naciones de la ex URSS, como Georgia.

El presidente de Rusia, Dimitri Medvedev, concluyó en Cuba una gira estratégica que incluyó a Venezuela, Brasil –que busca consolidarse como la potencia subregional en Latinoamérica y de hecho parece tener diferencias con las políticas actuales del gobierno venezolano– y Perú, marcada por pactos económicos y militares. Por su parte el presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad, visitó este año Bolivia y Venezuela, dos de los países de la región enfrentados ideológicamente con Estados Unidos, arropado por los discursos del eje que reúne a Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia y Ecuador.

Medvedev finalizó su periplo con una reunión con el histórico líder comunista de la Guerra Fría, Fidel Castro –enfermo y alejado del poder desde hace dos años y medio– y tras una apretada agenda de encuentros con su hermano y sucesor, el presidente Raúl Castro. Hablaron de aumentar las relaciones económicas, lazos técnicos militares, y del trabajo conjunto en la seguridad y la cooperación regional.

MOSCÚ Y CARACAS, SOCIOS Y AMIGOS

Antes de visitar Cuba, inauguró en Venezuela con su colega Hugo Chávez maniobras navales conjuntas en el Mar Caribe, inéditas desde el fin de la Guerra Fría. Las maniobras, bautizadas VenRus 2008, se realizaron con la participación de unos 1.600 efectivos rusos y 700 venezolanos, acompañados por las respectivas flotillas de la armada y del aire.

«Los rusos se sienten acorralados por los países occidentales en su zona de influencia, y dicen: ¿por qué no jugar al mismo juego con América Latina?» Entre 2005 y 2007, Moscú y Caracas firmaron contratos armamentísticos por un valor de 4.400 millones de dólares que incluyen radares, 24 aviones Sukhoi-30, 50 helicópteros y 100.000 fusiles Kalashnikov, entre otros pertrechos.

América del Sur ya ha incrementado sus gastos militares en términos reales. Lo último que necesita la región es convertirse en escenario, por distante que sea, de una nueva lucha entre superpotencias o de una especie de Guerra Fría. Eso sólo contribuiría a aumentar los gastos militares, agravar las tensiones regionales, ahuyentar las inversiones y a producir mayor pobreza.

Los rusos se sienten acorralados por los países occidentales en su zona de influencia, y dicen: ¿por qué no jugar al mismo juego con América Latina? Tienen necesidad de demostrar que todavía no están fuera de combate, que siguen siendo una superpotencia. Algo parecido le sucedió al régimen de los ayatolás. Cuando la comunidad internacional los cuestionaba por su carrera nuclear, decidieron jugar en el patio trasero de Washington de la mano de Chávez, que ya criticó a Barack Obama antes de asumir por su cuestionamiento que el demócrata hizo al régimen de Teherán.

INFLUENCIA REGIONAL

América Latina representa para Moscú un teatro de operaciones disuasivas que contrabalancea el Gran Juego por recuperar sus espacios de poder ocupados por Estados Unidos en el ex espacio soviético.

Regresamos a América Latina y regresamos para siempre, dijo desde Moscú el portavoz de la cancillería rusa, Alexei Sazonov, con un tono que sonó como de advertencia. «Clinton se anuncia como una interlocutora poco cómoda para Moscú, no sólo por su desembarco en la región, sino por los conflictos en el este europeo»

El gobierno ruso incluso solicitó la incorporación, en carácter de observador, al Consejo Sudamericano de Defensa de la Unasur, que deberá se refrendado en los primeros meses de 2009, cuando se encuentren los 12 jefes de Estado. La Unasur se institucionalizó en mayo pasado en Brasilia y quedó conformada por Argentina, Chile, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela.

Se abre sin duda un capítulo de influencia regional de Moscú y Teherán en Sudamérica, y esto obligará al presidente electo de Estados Unidos, Obama y a la jefa del Departamento de Estado, Hillary Clinton, a no descuidar sus relaciones con América Latina.

EL VACÍO NO EXISTE

Clinton se anuncia como una interlocutora poco cómoda para Moscú, no sólo por su desembarco en la región, sino por los conflictos en el este europeo. La política de la nueva administración de Obama podría ser más agresiva, sobre todo respecto a las regiones donde Estados Unidos se debilitó en los últimos años, como Oriente Medio, América Latina o Europa y ello creará problemas para Rusia.

En Moscú lo saben. El diario Izvestia, que responde al Kremlin, calificó a Clinton de halcón de la futura administración del presidente electo Obama y la acusó de pertenecer al ala derecha del Partido Demócrata.

En política el vacío no existe. Las potencias extra regionales llegan a Sudamérica para intentar ocupar el lugar que había dejado Estados Unidos, tras los sucesos del 11-S.

El desembarco comercial-militar del eje Rusia-China-Irán en América Latina utilizando a Venezuela como plataforma, es un hecho. Washington llevará adelante una diplomacia vigorosa y multipolar, con más socios y menos adversaria, pero no a cualquier precio, y menos en su zona de influencia. La ecuación dependerá del interés que tenga la administración del demócrata Obama en sus vecinos de la región que necesitarán un salvavidas ante la nueva crisis económica que ya comenzó, lentamente, a llegar al sur.