gazpromucrania.jpgSepa cuáles son las soluciones efectivas a corto, medio y largo plazo que eviten que la UE tenga que enfrentar falta de gas en los próximos inviernos. Por lo pronto, el problema entre Rusia y Ucrania está lejos de haberse resuelto definitiva y satisfactoriamente.

 

(Desde Madrid) DURANTE LAS ÚLTIMAS SEMANAS, los medios de comunicación se han hecho eco de la decisión del gobierno ruso de suspender temporalmente el abastecimiento de gas que realiza la empresa Gazprom a los países europeos, mientras no se resolviesen las diferencias con el Gobierno ucraniano y la empresa Naftogaz sobre los precios, las cantidades de gas efectivamente consumidas por Ucrania y la deuda pendiente, tres elementos obviamente relacionados entre sí.

La decisión rusa tiene precedentes en la que adoptó a finales de 2006, suspendiendo el bombeo de gas durante dos días, también por diferencias con el gobierno ucraniano. «La presencia de supervisores europeos ha disipado las dudas sobre la voluntad rusa de cumplir sus compromisos y la falta de capacidad de Ucrania para garantizar el transporte del gas»

Los medios de comunicación europeos, y especialmente los españoles, han realizado una amplia cobertura informativa destacando la naturaleza política de la decisión rusa y sobredimensionando los efectos del desabastecimiento energético que suponía para algunos países tanto de la UE como fuera de ella.

Esta campaña propagandística, más que informativa, se mantuvo hasta que la UE desplegó un grupo de expertos para supervisar la responsabilidad de Rusia y Ucrania en el suministro energético al resto de Europa.

OBLIGADOS A MANTENER RESERVAS

La presencia de los supervisores europeos ha disipado las dudas sobre la voluntad rusa de cumplir sus compromisos y la paralela falta de «La falta de suministro ruso no ha provocado una situación de desabastecimiento grave, porque la UE ha de mantener reservas estratégicas» capacidad o de voluntad del Gobierno ucraniano para garantizar el transporte del gas por su territorio.

Resulta sorprendente que este cambio de situación haya tenido como consecuencia inmediata el apagón informativo, a pesar de que el problema está lejos de haberse resuelto definitiva y satisfactoriamente. Por ese motivo, conviene destacar algunos hechos relevantes para conocer en detalle el problema y buscar soluciones efectivas a corto, medio y largo plazo que eviten que la UE tenga que enfrentar semejante dificultades en los próximos inviernos.

En primer lugar, la falta de suministro ruso todavía no ha provocado una situación de desabastecimiento grave, sencillamente porque los países de la UE están obligados a mantener unas reservas estratégicas de sus principales recursos energéticos (petróleo, gas, etcétera) de 100 días y, por tanto, sólo aquellos países de la UE que no hayan cumplido con la normativa comunitaria han podido encontrarse con dificultades serias.

DISTINTAS DEPENDENCIAS

En segundo lugar, el grado de dependencia que tiene la UE de las importaciones de gas ruso es limitado y notablemente desigual en su seno. De acuerdo con los datos recogidos por la Comisión Europea en su Plan de Acción de Seguridad y Solidad Energética de la UE, la importación de gas procedente de Rusia supuso el 42 por ciento del total de las importaciones de gas realizadas por la Europa de los 27 en 2006. «En buena medida, el actual conflicto del gas y la experiencia precedente de 2006 han sido inducidos por la propia política energética rusa»

Sin embargo, mientras 11 países no importan gas de Rusia o lo hacen en un porcentaje inferior al 5 por ciento, otros 16 países realizan importaciones de gas ruso que oscilan entre el 30 por ciento de Italia y el 100 por ciento de Bulgaria, Estonia; Letonia; Lituania; Eslovaquia y Finlandia, pasando por el 94 por ciento de Rumanía, el 91 por ciento de Grecia, el 80 por ciento de Hungría, el 68 por ciento de Polonia, el 52 por ciento de Eslovenia o el 44 por ciento de Alemania. Estas diferencias provocan unas consecuencias valoradas de forma muy distinta por los países de la UE que dificulta la adopción de una posición común ante la decisión rusa.

Además, de los cuatro grandes gasoductos que abastecen a los países europeos desde Rusia tres de ellos, el Northern Ligths, el Yamal Europe y el Blue Stream, que en 2004 transportaron el 30 por ciento del total del gas ruso a Europa, no transitan por tierras ucranianas.

LA ESTRATEGIA MOSCOVITA

En buena medida, el actual conflicto del gas y la experiencia precedente de 2006 han sido inducidos por la propia política energética rusa, al aplicar originariamente a las exportaciones dirigidas a las nuevas repúblicas independientes de la antigua URSS, condiciones y precios políticos distintos a los del mercado internacional. «Kiev no ha tomado en consideración los perjuicios energéticos y económicos que su falta de entendimiento con Rusia está ocasionando a la UE»

Ello respondía a la voluntad del gobierno de Yeltsin de mantener unas influencias política y económica privilegiadas con los países de su área de seguridad estratégica. Sin embargo, tuvo como efecto inmediato que durante más de una década los nuevos países independientes recibieron un fuerte incentivo para no ajustar su consumo de energía y diversificar sus fuentes de aprovisionamiento, en un contexto mundial de incremento en los precios internacionales del crudo y del gas natural.

No es extraño que en las nuevas condiciones geoestratégicas, en las que algunas de estas repúblicas independientes se han incorporado a la UE y otras, como Ucrania o Georgia, se muestran abiertamente contrarias a Moscú, el presidente Putin implantase una nueva política energética destinada a aplicar progresivamente los precios y condiciones de abastecimiento del mercado internacional.

PERJUICIO ECONÓMICO PARA TODAS LAS PARTES

«A corto plazo, Bruselas debería abrir un proceso de negociación multilateral que permitiese alcanzar un acuerdo conjunto de abastecimiento para la próxima década» Como se ha podido constatar en el conflicto actual, las autoridades de Kiev no han tomado en consideración los perjuicios energéticos y económicos que su falta de entendimiento con Rusia está ocasionando a los miembros de una UE cuyo apoyo político fue decisivo para el éxito electoral, en diciembre de 2004, de los partidos de la coalición naranja con el presidente Yushenko y la actual primer ministro Yulia Timoshenko al frente.

Resulta evidente, y así lo han reconocido los dirigentes del Kremlin, que el conflicto del gas está perjudicando económicamente a todas las partes implicadas, además de erosionar la imagen de Rusia a los ojos de la opinión pública europea. En estas circunstancias, Moscú ha dado pruebas de desear una solución rápida que, al mismo tiempo, sea también compatible con sus intereses económicos.

Por su parte, la UE está buscando soluciones, a corto y medio plazo, al grave problema de su dependencia energética tanto de Moscú como de los países extracomunitarios por los que discurren los oleoductos y gasoductos que la abastecen. A corto plazo, Bruselas debería abrir un proceso de negociación multilateral, con participación de gobiernos y empresas, que permitiese alcanzar y aplicar un acuerdo conjunto de abastecimiento energético para la próxima década, tiempo necesario para concluir los oleoductos y gasoductos en construcción que facilitan la diversificación del abastecimiento y la distribución del petróleo y el gas a los países miembros de la UE.

PLAN DE ACCIÓN

A medio plazo, la UE deberá adoptar el conjunto de medidas contempladas en el Plan de Acción, que tiene como objetivos para el año 2020 alcanzar una reducción del 20 por ciento de la emisión de gases de efecto invernadero, alcanzar la cuota del 20 por ciento de energías renovables en el consumo final y lograr un ahorro del 20 por ciento del consumo energético. Unos objetivos ambiciosos que sólo se pueden alcanzar con un cambio estructural del mercado europeo de la energía, pero que de lograrse habrán quebrado definitivamente la dependencia actual de Rusia.

Ello debería hacer reflexionar a las autoridades del Kremlin sobre la necesidad de diseñar una nueva estrategia de exportación energética hacia la UE, al margen de las discrepancias con Kiev que inevitablemente surgirán en los próximos años.

Por su parte, los actuales dirigentes de Ucrania deberían comprender que las tácticas políticas y comerciales que están empleando en su conflicto con Rusia, lejos de aproximarles a la UE están arruinando sus ya débiles oportunidades de asociación con la UE y de ingreso en la OTAN.