israel-elecciones.jpgAunque la solución de dos Estados fue respaldada por muchos israelíes de izquierda y de centro, hoy parece una opción inviable para la mayoría de los ciudadanos.

(Desde Jerusalén) HAN PASADO VARIOS AÑOS DESDE que los analistas identificaban facilmente en qué dirección se moverían los líderes de los partidos políticos israelíes. Pero incluso si las direcciones propuestas no quedaban claras, es evidente que, al menos desde la masacre en la Mezquita de Hebrón, perpetrada por Baruch Goldstein en marzo de 1994, así como desde el asesinato de Yitzhak Rabin un año y medio después, el centro político en Israel ha ido moviéndose hacia la derecha.

La pauta la marcan los grupos políticos del ala derecha, quienes están formulando declaraciones radicales que van más allá de lo que uno puede esperar oír en una democracia ilustrada. Declaraciones que hasta hace no mucho tiempo habrían sido consideradas como expresiones extremistas, hoy son aceptables y consideradas dentro del consenso nacional. Aún así, los resultados de las elecciones de febrero de 2009 movilizaron a muchos israelíes de avanzada edad, quienes se percataron de que, a efectos prácticos, el respetable movimiento del ala izquierda había sido diezmado. ¿Qué nos ha pasado?, se preguntaron.

EL CIUDADANO MEDIO

Gran parte de la campaña de la derecha radical se focalizó en los peligros para la seguridad de Israel. Aunque esta estrategia pueda haber proporcionado más votos en las urnas, estas amenazas, y la forma en que se han lanzado al público, no parece haber influido en la forma de vida del israelí medio, más allá de la votación. La gran mayoría continúa con su trabajo diario, disfrutando de la vibrante vida social. Los visitantes de Tel Aviv –y de las numerosas zonas comerciales e industriales que circundan la ciudad, desde Netanya a Ashdod–, quedan impresionados por cómo el país está prosperando a pesar de la actual recesión global. «Aunque la solución de dos Estados fue respaldada por muchos israelíes de la izquierda y del centro, parece que ya no es una opción viable» Bares y restaurantes, salas de conferencias y museos, teatros y salas de conciertos; todos repletos. A pesar de que cuando acontecen, las atrocidades terroristas son difundidas por radio y emitidas por televisión de forma incesante y detallada, resulta evidente que estos acontecimientos, así como la Operación Plomo Fundido, que afectó a toda la Franja de Gaza en enero, no parecen haber impactado en el individuo medio, que continúa dedicado a sus propios intereses personales.

Entonces, ¿cómo una población que en el pasado se definía a sí misma como progresivamente liberal e ilustrada, ha elegido votar a la derecha y a grupos que hasta recientemente eran considerados radicales, pero que ahora muy probablemente formen parte del próximo gobierno de coalición de Israel? Hay muchas explicaciones, y todas incluyen elementos del fatalismo, una ideología que ha ganado popularidad al mismo tiempo que lo ha hecho la gradual comprensión alcanzada en los últimos años respecto a la inexistencia de señales de que el conflicto con los palestinos, de un siglo de vida, terminará en un futuro previsible. ¿Por qué se ha cultivado esta apatía?

EL FIN DE LA SOLUCIÓN DE DOS ESTADOS

La propuesta de paz expresada durante la última generación  y que más prevalece, giraba en torno al reclamo de dos Estados para dos pueblos. «Es evidente que cualquier solución del estilo que requiriese el desarraigo de muchos, si no todos, los colonos» Aunque la solución de dos Estados fue respaldada por muchos israelíes de la izquierda y del centro, parece que ya no es una opción viable. Incluso aquéllos que la favorecían en el pasado, han concluido últimamente que dicho plan no puede considerarse más una solución plausible. Sin embargo, sí hay todavía algunos políticos que la contemplan, incluido el saliente primer ministro Ehud Olmert y la ministra de Exteriores Tzipi Livni, quien ha declarado, de hecho, la importancia de que Israel abandone algunos territorios. De todos modos, no parece probable que la cesión de la mayor parte de Cisjordania para un Estado palestino se torne realidad.

Si el plan de dos Estados para dos pueblos, con una frontera en base a la línea del Armisticio de 1949 (o Línea Verde), tal y como pide la Resolución 242 del Consejo de Seguridad, hubiera podido implementarse tras la Guerra de los Seis Días, es ahora una cuestión discutible. Está bastante claro que la expansión de varios cientos de asentamientos en los cuarenta años posteriores ha aplastado cualquier esperanza de paz. Y, de hecho, es evidente que cualquier solución del estilo que requiriese el desarraigo de muchos, si no todos, los colonos, simplemente, no es factible, y cualquier intento de implementar el plan traería consigo un baño de sangre.

SUICIDIO NACIONAL

En teoría, con todo, existe una alternativa: construir una democracia binacional en todo el territorio al oeste de Jordania, en el que toda la población judía y palestina convivan como ciudadanos iguales. De todos modos, está bastante claro que la mayoría de los israelíes no consideraría dicha posibilidad. Claramente, llevarla a cabo requeriría resolver una serie de cuestiones complejas, una de las cuales sería que los israelíes abandonaran su percepción de vivir en un Estado judío. Incluso hoy, con un cuarto de la población de Israel no judía –y el número va en aumento–, uno podría preguntar si Israel puede realmente ser definido como un Estado judío. En una época de cambios demográficos, en los cuales los árabes que viven en el oeste de Jordania pueden muy bien volverse mayoría pronto, surge una pregunta: ¿cómo se asegurará la seguridad de la –pronto– minoría judía? Y hay muchas otras arrugas que precisan plancharse, que abarcan desde el asegurar una educación imparcial para todos, hasta la distribución equitativa de los recursos; ambas, cuestiones que tendrían que resolverse si el empeño de crear un Estado binacional es acometido.

Sin prestar incluso demasiada atención a la idea, muchos israelíes están convencidos de que avanzar hacia dicha nación sería el equivalente de cometer un suicidio nacional, y rechazan incluso el comenzar a considerarla. Y sin embargo, en lugar de rechazarla por adelantado, si esto pudiese traer la paz real y sostenible, ¿no sería sabio tomarlo en consideración? Desgraciadamente, no parece que exista un partido político judío que desee colocar la cuestión en su agenda.

Podría parecer que la mayoría de los israelíes han aceptado como un hecho el no poder esperar alcanzar la paz en su propio tiempo. Por lo tanto, es comprensible que muchos hayan elegido un liderazgo político cuyo principal mensaje, a la vista de la larga confrontación con los enemigos árabes musulmanes de la que se espera que se prolongue, es que hay que mantener una postura militar para asegurar la seguridad de Israel. En los últimos años, los líderes de los partidos de la ahora difunta ala izquierda fracasaron al proporcionar la seguridad. Ello explica por qué puede esperarse que en los próximos años los líderes políticos de Israel surjan de la derecha.