cfk2009.jpgArgentina, que cada 10 años sufre una crisis, tendrá elecciones legislativas el 28 de junio. El interrogante es cómo cerrará el país la década del 2000, de qué forma afrontará las severas dificultades y, en síntesis, cómo ingresará en su bicentenario nacional. Nada más y nada menos.


(Desde Buenos Aires) FINALMENTE, SE VOTARÁ más temprano que tarde en Argentina. Un gobierno preocupado por los datos de una economía en abrupta desaceleración y su impacto en el mal humor social resolvió adelantar las elecciones legislativas previstas para octubre, que se realizarán el 28 de junio, una vez más como excepción a las reglas. Ocurre que en estas elecciones de medio término se juegan varias cosas. Ellas definirán la composición del Congreso durante los dos últimos años de la presidencia de Cristina Kirchner y allí se define, también, la posición de largada en la carrera por la sucesión presidencial de 2011.

«El kirchnerismo es la fuerza que más fichas pondrá en juego» Se renueva la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado y en ambos casos el oficialismo kirchnerista puede perder la mayoría que actualmente tiene, afectada por un creciente desgranamiento y deserciones de quienes empiezan a pensar en su propio futuro o, al menos, en su supervivencia política. Si el oficialismo pierde esta elección, difícilmente pueda ganar la presidencial de 2011. Pero no hay, a la vista, una oposición en condiciones de disputarle la mayoría.

INGENIERÍA DE ACUERDOS

El kirchnerismo es la fuerza que más fichas pondrá en juego. Debe renovar más de la mitad de sus bancas en la Cámara de Diputados y la mitad de las que tiene actualmente en el Senado. Los pronósticos iniciales indican que le resultará complicado mantener la mayoría con la que consiguió hasta ahora garantizar la aprobación de todos los proyectos enviados por el Poder Ejecutivo, contabilizando los 115 miembros del Frente para la Victoria y una veintena de aliados.

«La ausencia de fuerzas nacionales en condiciones de encolumnar a las provinciales hace que el resultado vuelva a depender de la provincia de Buenos Aires, que representa el 38% del padrón electoral nacional»Son además, elecciones con candidatos pero sin partidos. Sin grandes fuerzas políticas aglutinantes y sin líneas divisorias claras entre el oficialismo (un peronismo «kirchnerista» que acusa recibo del desgaste de sus seis años en el poder; los cuatro de Néstor y estos dos de Cristina) y las distintas oposiciones: peronismos «disidentes» pre y pos-kirchneristas, radicalismos en sus vertientes oficial, ex «K» alineada con el vicepresidente Julio Cobos o inclinados hacia el centro republicano de la Coalición Cívica liderada por Elisa Carrió o hacia el centro-izquierda del socialismo y el ARI residual, o hacia el centro-derecha referenciado en el PRO, del alcalde porteño Mauricio Macri.De tal modo, el juego electoral se asemeja una gran Ruleta. Cada uno junta sus fichas, semblantea el tablero, pide crédito o adelanto y coloca aquí y allá, todo a la línea, repartiendo entre varios casilleros o fija a colorado o a negro en números «puestos».

BATALLA POR LAS PORTADAS DE LOS DIARIOS

Es posible, por lo antedicho, que no se pueda realizar fácilmente una suma nacional clara de apoyos y votos, y que se desarrolle una batalla por el sentido de las victorias y las derrotas, la que se ganará al día siguiente de los comicios; lo que se da en llamar la gran competencia por la portada de los diarios del día después. Hasta este momento, inevitable escenario condicionado por el tipo de presidencialismo vigente en este país, y por los modos en que este se ejerce, estas elecciones de renovación legislativa, elecciones parlamentarias al fin, se transformarán en un verdadero plebiscito a favor o en contra de la gestión nacional del Ejecutivo.

Sin embargo, aunque la elección se «nacionalice», la ausencia de fuerzas nacionales en condiciones de encolumnar a las provinciales hace que el resultado vuelva a depender de la provincia de Buenos Aires, que representa el 38% del padrón electoral nacional y aporte el 40% de los votos. Esa es «la madre de todas las batallas» para el kirchnerismo, dispuesto a llevar al propio Néstor Kirchner –oriundo de Santa Cruz pero con domicilio en la residencia presidencial de Olivos– como primer candidato bonaerense. Aun perdiendo, como se calcula, en otros importantes distritos –Capital, Santa Fe, Córdoba, Mendoza– el oficialismo haría buen papel si logra ganar en la provincia de Buenos Aires.

«Con Néstor en el centro del ring, la corta campaña será también una hoguera de vanidades»Aquí la gran pulseada y la compleja tarea de articular coaliciones electorales sobre un paño de fragmentación política y algunos síntomas de fractura social.

La oposición se enanca en el disgusto de los sectores medios, movimientos de protesta como los protagonizados por las entidades agropecuarias nucleadas en la Mesa de Enlace o expresiones ciudadanas en reclamo frente a la inseguridad. El oficialismo muestra su poder de cooptación sobre gobernadores e intendentes apelando a líneas de subsidios y favores políticos mientras advierte sobre los riesgos de un salto al vacío.

LA DEMOCRACIA ARGENTINA

Con Néstor en el centro del ring, la corta campaña será también una hoguera de vanidades. Sin liderazgos nítidos, habrá un campeonato de personajes –todos llamados por su nombre de pila– compitiendo por quedarse con alguno de los premios: Lilita, Mauricio, Francisco, Margarita, Felipe… Unos y otros saben que hay otro significado subyacente en estos comicios. Lo que se juega aquí es el modo en que el país cerrará la década del 2000, afrontará las severas dificultades que existen e ingresará en las puertas de su bicentenario nacional.

«1989 fue el año de la hiperinflación. 1999 el del inicio del fin de la convertibilidad del peso y de la última depresión económica que terminó con el estallido de 2001»

Más precisamente, el modo en que se sorteará la serie de factores que colocan a la Argentina frente al espejo de su historia reciente. Un fantasma recorre los pasillos del poder y es el de las crisis que marcaron el final de cada una de las últimas décadas, y también el final de los gobiernos de Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Fernando de la Rúa. 1989 fue el año de la hiperinflación. 1999 el del inicio del fin de la convertibilidad del peso y de la última depresión económica que terminó con el estallido de 2001.

Como en la teoría de la historia de Giambattista Vico o Benedetto Croce, todo parece por momentos un «corsi e riccorsi» en Argentina. Parece, sólo parece.

«La democracia argentina, en estos 25 años, ha aprendido mejor a superar sus crisis más graves que a capitalizar los momentos de recuperación para construir bases más sólidas»

Porque aunque hay, en efecto, ciclos que se repiten y respuestas reflejas frente a similares desafíos, existen también quienes entrevén los resquicios y oportunidades que permiten atravesar determinismos y adversidades.

Lo que sí resulta claro es que una vez más habrá que remontar una pendiente y transitar por un estrecho desfiladero en materia de gobernabilidad y administración del conflicto, sin bases afirmadas de consensos estratégicos.

La democracia argentina, en estos 25 años, ha aprendido mejor a superar sus crisis más graves que a capitalizar los momentos de recuperación para construir bases más sólidas, la gran asignatura pendiente.