guerragolfo2.jpgLos conflictos armados no sólo causan devastación humana, también destruyen el medio ambiente. Sin embargo, muy pronto, la ecología podría comenzar, por fin, a formar parte de las prioridades en los procesos de rehabilitación posconflicto.

(Desde Madrid) EL IMPACTO ECOLÓGICO de los conflictos armados es una «ciencia» relativamente nueva. Dada la devastación humana que causan, y hasta hace muy poco tiempo, normalmente se tendía a dejar de lado este aspecto de la destrucción generada por una guerra. Los recursos en manos de los países en posconflicto suelen ser limitados, por lo que ha sido frecuente no abordar los daños al medio ambiente o hacerlo sólo con los más graves. Sin embargo esto es un error, porque suelen ser profundos, afectan también a países vecinos y lo que es peor, tienen una larga duración.

«Durante la primera guerra del Golfo en 1991, más de 600 pozos de petróleo fueron incendiados en territorio kuwaití»La recuperación del medio ambiente, junto con el modelo de gestión de los recursos naturales, deben formar parte integral de los esfuerzos de construcción y consolidación de la paz si se quiere que ésta sea sostenible y duradera.

LA GUERRA DEL GOLFO

Durante la primera guerra del Golfo en 1991, más de 600 pozos de petróleo fueron incendiados en territorio kuwaití. Las columnas de humo tenían varios kilómetros de ancho y los incendios duraron más de seis meses. Sesenta millones de barriles de crudo fueron vertidos al Golfo Pérsico. Los incendios acabaron con las cosechas y la vegetación, y generaron una lluvia radiactiva de hollín y petróleo que afectó a casi 1.000 kilómetros cuadrados de territorio. Pero no sólo en Kuwait: esa misma lluvia provocó erosión del suelo en regiones de Arabia Saudí, e hizo aumentar la lluvia ácida en Irán.

Otra cuestión muy grave fueron los bombardeos con uranio empobrecido, que se repitieron de nuevo en la invasión de 2003. Se calcula que en Irak hay casi 300 toneladas de proyectiles estadounidenses con uranio empobrecido, resultado directo de las dos guerras. Éste es un subproducto del proceso de enriquecimiento de uranio natural, muy utilizado en el sector de la tecnología militar porque es un metal muy denso y pesado, además de radiactivo. Puede tener finalidades ofensivas (para perforar blindajes) y defensivas (como refuerzo de la estructura de vehículos convencionales).

«En Irak un 70 por ciento de la población carecía de un abastecimiento adecuado de agua» El uranio empobrecido se disemina en el medio ambiente, en polvo o en pequeños fragmentos, y puede intoxicar por inhalación, ingestión y contacto cutáneo. Afecta especialmente a los riñones y a los pulmones, y aumenta el número de casos de malformaciones congénitas y cáncer, como ha sucedido en Irak. A su vez el síndrome del Golfo, que ha afectado a numerosos ex combatientes en esta guerra, se ha relacionado con la exposición a este producto y al gas sarín. Un elemento agravante es que, como material radioactivo, su persistencia en el medio ambiente es muy prolongada.

Los bombardeos de 2003, además, contribuyeron a empeorar la situación de un medio ya muy degradado por las ineficaces políticas públicas, la guerra anterior, las sanciones, etc. En 2007, al menos ocho millones de iraquíes necesitaban urgentemente agua potable y servicios sanitarios. Un 70 por ciento de la población carecía de un abastecimiento adecuado de agua. Y el movimiento de miles de vehículos militares causó la degradación de ecosistemas desérticos muy frágiles que tardarán décadas en recuperarse.

LA GUERRA DE LÍBANO

Otro caso de gran impacto medioambiental fue Líbano, cuando Israel lanzó una operación militar contra Hezbolá en el verano de 2006. Cuando los bombardeos finalizaron, un millón de submuniciones sin explotar quedaron esparcidas por el sur del país, resultado del uso masivo de bombas de racimo. Todavía actualmente se continúa desactivando estos explosivos, que ponen en peligro la vida de los civiles, impiden el acceso a tierras de cultivo y, por todo ello, frenan la recuperación socioeconómica.

Un aspecto menos conocido del conflicto es que se atacó con misiles la central eléctrica de Jiyeh, lo que provocó que unas 15.000 toneladas de petróleo fueran a parar al mar Mediterráneo.

«En Sudán, puede decirse que la relación entre el medio ambiente y los conflictos es circular»Se contaminaron más de 150 kilómetros de costa, es decir, dos tercios de la línea costera del país. Fue la catástrofe medioambiental más grave de la historia libanesa, y una de las más graves en la región oriental del Mediterráneo. A pesar de los esfuerzos de limpieza, se causaron graves daños a la vida marina, así como a la pesca y el turismo, que son algunas de las principales actividades económicas del país.

RELACIÓN CIRCULAR EN SUDÁN

En Sudán, puede decirse que la relación entre el medio ambiente y los conflictos es circular. Por un lado, varios conflictos como el actual en Darfur se han originado, al menos en parte, por las tensiones sobre el uso de recursos naturales cada vez más escasos (entre otros factores como el aumento de la presión demográfica, el abandono del Estado, etc.). Por el otro, esos conflictos han tenido un impacto devastador sobre los recursos.

Se calcula que las minas y los restos explosivos de guerra afectan a más de un 30 por ciento del territorio. En los últimos cinco años ha habido más de 2.200 víctimas de las minas. Además del peligro directo para la vida humana, está la cuestión de que los explosivos como el TDT y otros que se encuentran en las cargas de artillería son tóxicos y tardan años en degradarse. Además, impiden ejercer la agricultura ya que mientras no se «limpian» esas zonas, nadie se atreve a aventurarse en ellas.

«Es comprensible que la prioridad después de un conflicto sea la seguridad de las personas, pero ésta no puede conseguirse si no se actúa también sobre el medio ambiente»Se estima, además, que unos cinco millones de personas se han visto obligadas a desplazarse, en muchos casos dirigiéndose a campos que están en las afueras de las ciudades. Dos millones han llegado a Jartum. En estos precarios lugares de llegada se produce un crecimiento incontrolado, agotamiento y polución de las fuentes de agua, deforestación y pérdida de vegetación, etc. Esto mismo ha ocurrido en los campos donde se asientan los 200.000 refugiados que han llegado a Chad, y que ejercen una fuerte presión adicional sobre un ecosistema ya muy vulnerable.

GARANTIZAR LA SEGURIDAD AMBIENTAL

Es comprensible que la prioridad después de un conflicto sea la seguridad de las personas, pero ésta no puede conseguirse si no se actúa también sobre el medio ambiente. Aunque muchos daños causados pueden ser irreversibles, otros no lo son, y actuar sobre ellos es necesario para garantizar la seguridad y para iniciar la recuperación socioeconómica, entre otras cuestiones.

«Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, integrar el medio ambiente y los recursos en las tareas de construcción de la paz ya no es una opción sino un imperativo de seguridad»La recuperación del medio ambiente y una gestión adecuada de los recursos pueden contribuir a la construcción de la paz después de un conflicto, si se usan para fomentar el desarrollo económico y generar empleo. Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), integrar el medio ambiente y los recursos en las tareas de construcción de la paz ya no es una opción sino «un imperativo de seguridad». Una de las áreas de trabajo de este organismo es, precisamente, la recuperación medioambiental después de desastres y conflictos armados, un área en la que se ha invitado a ser activa a la Comisión de Construcción de la Paz de la ONU.

El medio ambiente podría, por fin, comenzar a formar parte de las prioridades en los procesos de rehabilitación posconflicto. Sería una buena noticia.