parlamentoeuropeo¿A qué se debe la abulia europeísta que invade a los ciudadanos? Las causas son variadas: ausencia de politización, crisis económica, incertidumbre institucional y carencia de liderazgo.

(Desde Madrid) PARECE MENTIRA pero el próximo 7 de junio tenemos elecciones europeas. No se oye en la calle nada al respecto. Es probable que casi nadie piense que vayan a servir para algo. Y es que sólo el 34 por ciento de los europeos, según el Eurobarómetro, tiene intención de acercarse a las urnas en los comicios de junio. Y los más peligroso, que ni los más jóvenes se acercarán a votar y no precisamente por su descontento con la construcción europea. En España ese porcentaje todavía es menor, sólo el 27 por ciento de los encuestados votará en las europeas.

«Las elecciones europeas carecen de interés porque no hay listas transnacionales, con caras fácilmente identificables por los ciudadanos a derecha e izquierda del espectro político»

Hemos pasado de ser uno de los países más euroentusiasta –en las primeras elecciones en las que participamos en 1989, votó el 69 por ciento de los ciudadanos– a acercarnos a los más euroescépticos.

¿A qué se debe la abulia europeísta que invade a los ciudadanos? Las causas son variadas: ausencia de politización, crisis económica, incertidumbre institucional y carencia de liderazgo.

COMICIOS EN CLAVE INTERNA

Las elecciones europeas carecen de interés porque no hay listas transnacionales, con caras fácilmente identificables por los ciudadanos a derecha e izquierda del espectro político. Por eso se convierten en unos comicios que se terminan organizando en clave interna y que en España pueden provocar mayor desgaste al PSOE y un impulso para el PP. Además, los políticos que engrosan las listas europeas suelen ser aquellos que no se quiere en la vida nacional porque pueden inquietar o auténticos elefantes a los que les viene bien la jubilación dorada de Estrasburgo.

«La crisis económica ha golpeado de manera muy fuerte a la Unión Europea, sobre todo a los países de la ampliación y a otros como España. Europa sufre la mayor recesión desde la Segunda Guerra Mundial»

Si a esto añadimos que el futuro presidente de la Comisión Europea ya está decidido a derecha e izquierda, es para apagar e irse. Que Zapatero, Sócrates y Brown den el visto bueno a Durao Barroso como presidente del Ejecutivo comunitario y no sean capaces de proponer un candidato alternativo, no creo que anime a mucho votantes de izquierda a acercarse a las urnas para elegir a unos eurodiputados que luego van a dar el placet a un candidato en sus antípodas ideológicas. Esa falta de politización es nefasta no sólo a la hora de elegir al líder de la institución que debe impulsar las políticas comunitarias sino que luego también repercute en la ausencia de debate en la Eurocámara. Luego tienen la desvergüenza, de achacar a los medios de comunicación el escaso conocimiento que se tiene de Europa y sus instituciones, cuando son éstas las que hierven en tecnicismos y burocratismos que son imposibles de digerir por los medios, por mucho que lo deseen, a no ser que subvenciones europeas les permitan emitir programas trufados de propaganda a horarios intempestivos para audiencias insomnes.

LA CRISIS GOLPEA FUERTE A EUROPA

Cuando el debate y la politización tienen lugar en el Europarlamento son recogidos por los medios de comunicación. Como muestra tenemos la reprobación del comisario Buttiglione al inicio de la anterior legislatura, el rechazo a la directiva que pretendía ampliar las 65 horas semanales de trabajo o la aprobación de la directiva sobre el retorno de inmigrantes.

«Otro de los aspectos que puede retraer la participación electoral en los comicios de junio es la ausencia de liderazgo. Durao Barroso no se ha caracterizado por liderar a una Europa unida»

Por otro lado, la crisis económica ha golpeado de manera muy fuerte a la Unión Europea, sobre todo a los países de la ampliación y a otros como España. Europa sufre la mayor recesión desde la Segunda Guerra Mundial. Tanto la Eurozona como la UE llevan cuatro meses consecutivos con descensos de la actividad que le han sumido en esa situación. Gobiernos como el húngaro y el letón han caído arrastrados por el paro.

Asimismo, la Unión europea sufre una fuerte incertidumbre institucional. El rechazo de la Constitución Europea en 2005 por franceses y holandeses, seguida del fracaso del Tratado en Lisboa en la consulta popular irlandesa mantiene un traje institucional que ya no encaja en la Europa ampliada a 27 países. El barroquismo y oscurantismo de Lisboa no ha facilitado para nada la labor.

EL DESAPEGO O INICIO DE DISOLUCIÓN

Un texto incomprensible no sólo para el normal de los mortales sino también para los propios expertos. Como comentaba uno de sus redactores, se llegó a reducir la letra del original con el fin de que los Estados miembros diesen su acuerdo lo antes posible. Sin embargo, pese al bizantinismo del acuerdo, no deja de recoger la mayor parte de las propuestas de la Carta Magna Europea, y su aprobación es más que necesaria para que la Unión Europea pueda afrontar su futuro como organización con peso mundial a nivel económico y político.

«Es más que probable que la Unión Europea entre en una crisis que incremente todavía más el desapego hacia sus instituciones y que incluso sea el inicio de su propia disolución»

Por último, otro de los aspectos que puede retraer la participación electoral en los comicios de junio es la ausencia de liderazgo. Durao Barroso no se ha caracterizado por liderar a una Europa unida, más bien ha sido un dócil presidente de la Comisión sometido al diktat de los Estados miembros. Quizás sea ésta la característica que le aupe de nuevo al puesto de máximo responsable del Ejecutivo comunitario. El único que ha demostrado ese liderazgo ha sido el francés Nicolas Sarkozy cuando ha presidido a los 27, sin embargo, el semestre de presidencia checa nos ha devuelto a la cruda realidad. Es posible que si el Tratado de Lisboa es aprobado por Irlanda en octubre, al año que viene podríamos contar con un presidente del Consejo Europeo que pueda representar con fuerza a los 27 y a un Alto Representante que pueda dar su voz en política exterior, y un Parlamento Europeo con más competencias de las actuales.

Si esto no es así, es más que probable que la Unión Europea entre en una crisis que incremente todavía más el desapego hacia sus instituciones y que incluso sea el inicio de su propia disolución.