lulachavezmartinezExisten hoy dos izquierdas en América Latina: la izquierda renovada y renovadora, de fuerte acento socialdemócrata, que busca el Estado de bienestar y una economía de mercado con rostro humano, y la de inspiración radical que actúa mediante el personalismo, el autoritarismo y el control de los poderes públicos.

(Desde Montevideo) LO QUE EN ALGÚN MOMENTO podría haber sido una hipótesis, el tiempo y los hechos lo corroboraron. Las dos izquierdas en la región son una realidad. Más allá de retóricas, es inevitable hablar de dos corrientes, ya que la ruptura queda en evidencia en la gestión y en las iniciativas que unos y otros impulsan, a la hora de gobernar. Sin embargo la «familia de la izquierda», por miedo a perder el poder, en muchos casos intenta dejar atrás sus diferentes visiones tácticas y estratégicas, y unos se resignan a convertirse en la cola del león de los otros, ante el temor de ser desplazados en las urnas. Al final, la izquierda renovada se pone bajo las órdenes de la vieja izquierda que marcha a paso redoblado. Así, la «familia de la izquierda» intenta minimizar sus diferencias en aras de la cuasi religiosa sacrosanta unidad, mientras que en voz baja –aliados por la necesidad de poder– hablan de sus diferencias irreconciliables.

«Todos se autocalifican como socialistas, de izquierda, revolucionarios y progresistas. Pero por un lado están Lula, Bachelet, Vázquez, Fernández, y por otro Castro, Chávez, Morales, Correa y Ortega»

Algunos presidentes y dirigentes políticos ponen los intereses nacionales de sus países en el primer lugar de la agenda, más aún cuando la crisis no se ha disipado, otros apelan a la nostalgia y a grandilocuentes discursos llenos de clichés y consignas, como forma de enfrentar el complejo e incierto futuro.

AMENAZA A LA DEMOCRACIA

Hay una corriente de inspiración radical que actúa mediante el personalismo, el autoritarismo y el control férreo de los poderes públicos, lo que la pone al borde de la democracia formal. El caudillismo de la mano del populismo, buscando el estatismo interventor a ultranza para la corporativización de la sociedad y el control personal del poder, parece ser la receta de muchos de los líderes izquierdistas para quienes los aspectos formales de una democracia no cuentan.

Otros sin embargo, han dado pruebas de su vocación democrática y no intentan perpetuarse en el poder cambiando las reglas de juego una vez que lo obtienen.

«Combatir la pobreza significa esencialmente aumentar la productividad del aparato económico sobre la base de una intervención regulada de la esfera pública, al tiempo que propicia la democracia en forma paralela con los planes estructurales de desarrollo»

Esa nueva izquierda entiende que el Estado de bienestar se construye partiendo de criterios gerenciales aplicados al gobierno y al desarrollo de la economía. Refuerza las instituciones democráticas, hace culto de la libertad de expresión, de la libertad de pensamiento, esenciales para las sociedades, porque sin ellas los sistemas tienden simplemente a su deterioro y quedan vacíos de contenido.

Las diferencias de estilo y sustancia afloran todos los días no solo a nivel regional, entre las naciones que se definen como progresistas o de izquierda, sino también dentro de los países, más allá de que algunos políticos se horrorizan hipócritamente cuando se habla de más de una izquierda.

Todos se autocalifican como socialistas, de izquierda, revolucionarios y progresistas. Pero por un lado están Lula, Bachelet, Vázquez, Fernández, y por otro Castro, Chávez, Morales, Correa y Ortega. Incluso bajo algunos de esos rótulos también suman a estas santas alianzas estratégicas a Irán, a grupos terroristas, entre otros. Todo un cambalache en pleno XXI.

CONTRADICCIONES DE FONDO Y FORMA

No todos creen en la democracia, una vez que llegan al poder. La tentación de recortar y restringir las libertades es hoy una realidad en varios de estos países. Los casos son incontables, en especial esa tentación genética por controlar a la prensa si es crítica e independiente.

Sólo escuchando los discursos y analizando la gestión de los gobiernos, se pueden reconocer las enormes distancias que separan las posiciones de algunos de los gobiernos progresistas con otras experiencias populistas de débil estilo democrático.

«Pese a que ambas izquierdas compiten con dureza por el control hegemónico de la región y por el poder en cada uno de los países, siguen siendo parte de la misma familia. «Off the record» reconocen esas grandes divergencias»

De un lado está la izquierda renovada y renovadora, de fuerte acento socialdemócrata, que busca el Estado de bienestar y la sociedad del conocimiento. En este proyecto, combatir la pobreza significa esencialmente aumentar la productividad del aparato económico sobre la base de una intervención regulada de la esfera pública, al tiempo que propicia la democracia para elevar el grado de autonomía política de la diversidad de sujetos sociales, en forma paralela con los planes estructurales de desarrollo para así lograr la movilidad positiva de las clases sociales en un entorno plenamente democrático, afirman sus defensores.

El fomento de la inversión privada en proyectos del Estado para generar empleo y desarrollo de tecnologías, la apertura económica del país bajo criterios justos de comercio pero sin ejercer controles que estrangulen al sector empresarial, porque se puede competir en mercados internacionales y a la vez fomentar y proteger la producción nacional, están entre sus iniciativas.

LA UTOPÍA REPRESIVA

En la otra senda, una izquierda sostenida por los planteos más ortodoxos y mesiánicos, como si el mundo se hubiera detenido, pero arropados hoy por un discurso populista y engañoso que da sustento a una utopía regresiva, y hasta represiva.

La diferencia entre la izquierda devota que demoniza a Estados Unidos y la izquierda racional, queda en evidencia en las relaciones diplomáticas, en un mundo multipolar y globalizado.

«La izquierda ortodoxa en sus planteos, autoritarios, cree en liderazgos individuales y personalistas, más que en instituciones, lo que termina debilitando a la democracia»

Unos buscan el diálogo con Estados Unidos y la Unión Europea, en especial a la hora de buscar acuerdos comerciales, mientras que sufren los ataques y el rechazo del ala más radical de sus respectivos partidos.

Sin embargo, pese a que ambas izquierdas compiten con dureza por el control hegemónico de la región y por el poder en cada uno de los países, siguen siendo parte de la misma familia. «Off the record» reconocen esas grandes divergencias, pero a la hora de conquistar y consolidar su dominio, no dudan en sentarse en la misma mesa o pararse en la misma tribuna y pasarlos por alto, al menos ante el público. No polemizan. Temen perder el apoyo de la gente si dicen lo que piensan de verdad. El doble discurso de unos y otros es una práctica cotidiana. En definitiva, nadie puede estar seguro de cual será el modelo final de tan opuestos proyectos.

PARA LA LIBERTAD

La izquierda del futuro, la que mira al centro, cree que puede contribuir a disminuir la pobreza y a consolidar la democracia. Cree en las instituciones.

«Como afirmó el ex presidente español, Felipe González en algunos reportajes, no puede haber un régimen socialista sin democracia y libertad»

La izquierda ortodoxa en sus planteos, autoritarios, cree en liderazgos individuales y personalistas, más que en instituciones, lo que termina debilitando a la democracia y recorriendo peligrosos caminos hacia regímenes hegemónicos, sin libertad, que han fracasado estrepitosamente.

La izquierda no es homogénea, eso está claro. Pero como afirmó el ex presidente español, Felipe González en algunos reportajes, no puede haber un régimen socialista sin democracia y libertad. Sin embargo lo que dijo el histórico líder socialista español no está claro para todos, al extremo que muchos izquierdistas criollos lo siguen acusando de no ser verdaderamente de izquierdas.