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La mejor forma de «sacarle» concesiones a Israel es acercarse, hablar, inspirarle confianza, dice la autora.

(Desde Jerusalén) «UN GRAN PASO para Netanyahu, un pequeño paso para Oriente Medio». Así llamó una periodista israelí del periódico «Yediot Ahronot» el anuncio formulado por el primer ministro Netanyahu, aceptando la idea de un Estado palestino, con varias condiciones.

Las dos partes de su original definición son ciertas. Benjamin Netanyahu no había dado nunca hasta ahora el sí público a un Estado palestino, por lo cual su nueva postura es un cambio. Pero al mismo tiempo, claro está que los problemas no se solucionarán todos de inmediato.

«Hoy cabe esperar que los palestinos no quieran volver a perder una oportunidad y se aferren al primer paso dado por Netanyahu, aunque tengan razones para considerarlo insuficiente. La paz entre israelíes y palestinos no depende únicamente del Estado palestino. Pero no podrá llegar sin él»

El primer ministro de Israel, por más entusiastamente que haya hablado de la eventual vida en paz con los palestinos, no apoyó con alegría la fórmula del Estado palestino. Sigue convencido de que es un problema para Israel.

REALIDADES Y PRAGMATISMO

Pero así como en 1996, cuando fue electo primer ministro por primera vez, mostró ser más pragmático de lo que se pensaba, también ahora, sólo dos meses y medio después de entrar por segunda vez al cargo de Jefe de gobierno, Netanyahu habló de «realidades» que debe tomar en cuenta.

Los palestinos son un hecho, viven y son mayoría en los territorios palestinos, y la responsabilidad del primer ministro es reconocer la situación real, no guiarse únicamente por ideología. Eso es lo que trató de hacer Netanyahu, aunque intente minimizar el golpe aclarando que el Estado palestino deberá ser desmilitarizado y que primero, de todos modos, los palestinos deben reconocer a Israel como Estado del pueblo judío.

La pregunta aún abierta es si los palestinos sabrán abrazar el comienzo del cambio en el jefe del ejecutivo israelí, como palanca para tratar de avanzar. No tienen por qué dejar de criticarlo. Pero si la reacción es de rechazo total, seguirán perdiendo tiempo. Y se alejarán nuevamente, como ya les ha sucedido en el pasado, del estado independiente que tanto esperan. La historia ha demostrado que la mejor forma de «sacar» concesiones a Israel es acercarse, hablar, inspirarle confianza.

«La analogía entre eso y lo que podría pasar si una retirada similar se hace de Cisjordania para un Estado palestino, preocupa a muchos israelíes. Si Hamas toma el control allí como lo hizo en Gaza y también desde allí se disparan cohetes, en la mirilla estarían Jerusalén y Tel Aviv»

Cuando el entonces presidente de Egipto Anwar el Sadat realizó su histórico viaje a Jerusalén en noviembre de 1977, derrumbó de inmediato casi tres décadas de hostilidad. Su presencia directa en la capital israelí, su llamado a «no más guerras» desde el propio Parlamento de Israel, convenció a sus otrora enemigos de que hablaba en serio, de que buscaba la paz. Y recuperó así todos los territorios que Egipto había perdido en las guerras entre las partes.

NO PERDER LA OPORTUNIDAD

Cuando la OLP –encabezada por Yasser Arafat– prometió el fin del terrorismo y el comienzo de la paz, fueron firmados acuerdos, se creó la Autoridad Palestina, Israel permitió la entrada de Arafat a Gaza junto con miles de efectivos palestinos armados e Israel comenzó a retirarse de los territorios ocupados. El Estado palestino no estaba a punto de crearse, pero estaba por cierto mucho más cerca que hoy, con más del 90 por ciento de la población palestina bajo gobierno palestino. Todo eso se perdió a raíz del terrorismo y la recurrencia de los atentados suicidas. Se volvió a dar marcha atrás.

Por eso, hoy cabe esperar que los palestinos no quieran volver a perder una oportunidad y se aferren al primer paso dado por Netanyahu, aunque tengan razones para considerarlo insuficiente. La paz entre israelíes y palestinos no depende únicamente del Estado palestino. Pero no podrá llegar sin él.

RETIRADA DE GAZA

Cuando en agosto del 2005, Israel dio el paso dramático de retirarse totalmente de Gaza y desmantelar los asentamientos que había construido en la zona, la esperanza era que se iniciara con ello una nueva página que pudiera conducir a la paz. En lugar de ello, Hamas intensificó desde entonces el disparo de cohetes hacia territorio israelí. Gaza, en lugar de comenzar a florecer bajo autogobierno palestino, sin soldados israelíes en su seno, quedó encerrada por el bloqueo impuesto por Israel, respuesta a los misiles Qassam.

«Quizás también Netanyahu comenzó a entender lo que otras figuras originalmente de derecha captaron unos años antes que él: que Israel debe dar un Estado a los palestinos, no sólo por los derechos palestinos sino para seguir siendo, siempre, un Estado judío y democrático…»

La analogía entre eso y lo que podría pasar si una retirada similar se hace de Cisjordania para un Estado palestino, preocupa a muchos israelíes. Si Hamas toma el control allí como lo hizo en Gaza y también desde allí se disparan cohetes, en la mirilla estarían Jerusalén y Tel Aviv.

Por todo esto, Israel deberá seguir alerta. Y lo puede hacer, aunque no sea fácil, sin seguir controlando los territorios palestinos. Al parecer Netanyahu comenzó a comprenderlo.

Quizás también él comenzó a entender lo que otras figuras originalmente de derecha –Ariel Sharon y Ehud Olmert–captaron unos años antes que él: que Israel debe dar un Estado a los palestinos, no sólo por los derechos palestinos (eso es tema aparte) sino para seguir siendo, siempre, un Estado judío y democrático… el único de Oriente Medio.