clinton_zelaya2Una clara falta de comprensión existe entre algunos líderes izquierdistas latinoamericanos, sobre el giro que Barack Obama le ha dado a la política exterior de Washington. Recientemente se han incrementado las acusaciones de algunos presidentes izquierdistas latinoamericanos de que la derecha estadounidense actuó a espaldas de Obama y respaldó el golpe de Estado que el 28 de junio derrocó al hondureño Manuel Zelaya y lo expulsó del país.

El grupo de países que funciona bajo la égida de La Habana-Caracas no escatimaron acusaciones. Cargaron contra la secretaria de Estado Hillary Clinton, contra el Comando Sur, contra embajadores y legisladores. Sin embargo, dejaron afuera a Obama, como si la administración estadounidense se pudiera dividir, más allá de los lógicos matices que hay en un gobierno democrático. Si bien es cierto que la secretaria del Departamento de Estado fue más cauta que el presidente ante la crisis hondureña, su trabajo diplomático así lo impone.

Varios presidentes que se inscriben en la alianza antiestadounidense del ALBA, en lo político pero no a la hora de hacer negocios con Estados Unidos, se olvidan que la propuesta que realizó el presidente costarricense Oscar Arias para destrabar la crisis hondureña contó con el apoyo e impulso de Estados Unidos, de su Departamento de Estado. Y por cierto, esa fórmula fue la que aceptó desde el primer momento el presidente depuesto Manuel Zelaya, que es defendido a ultranza por el ALBA, a pesar de Hugo Chávez y los hermanos Castro desde un principio alentaron una intervención armada contra el gobierno de facto hondureño.

Las declaraciones de estos presidentes, izquierdistas y populistas, demuestran un cierto grado de frustración. En su fuero íntimo añoran al ex presidente George W. Bush, con el cual se podían confrontar abiertamente y acusarlo de todos los males que padece Latinoamérica.

Obviamente, estos regímenes izquierdistas que cuestionan la democracia, las libertades, y la prensa independiente, necesitan un gobierno más duro de Estados Unidos como forma de justificar la no resolución de sus problemas internos por su incapacidad, y desviar así las críticas y reclamos de sus sociedades hartas de verborragia y discursos de barricada.

Estos presidentes, que hacen gala de su discurso antiestadounidense, se olvidan que el presidente Obama, a través de un gobierno transparente y responsable, restauró las alianzas de Estados Unidos con la comunidad internacional. Dejó atrás la política unilateral y se sumó al multilateralismo, que todos reclamaban.

Desde el comienzo de su presidencia, el demócrata Obama se ha comprometido a sí mismo y a su administración a una política exterior que garantice la seguridad del pueblo estadounidense. Pero también rechaza la falsa división entre sus valores y su seguridad. Obama entendió que Estados Unidos puede ser leal a sus valores e ideales al mismo tiempo que da protección al pueblo estadounidense, pero manteniendo una política multipolar con sus aliados, algo que le reclamaba la comunidad internacional a anteriores administraciones.

Si bien Obama ha señalado que existen instancias e individuos a los cuales se les puede enfrentar sólo por la fuerza, Estados Unidos está preparado para escuchar y conversar con sus adversarios, según indica un documento oficial de la Casa Blanca, “Cumpliendo con el cambio: Política Exterior”.

Sobre el reenfoque por la amenaza de Al-Qaeda en Afganistán y Pakistán, Obama tras una revisión intensiva de 60 días, por parte de distintas agencias, anunció el 27 de marzo de 2009 una nueva estrategia con un objetivo claro y enfocado: interrumpir, desmantelar y derrotar a Al-Qaeda en Pakistán y Afganistán, e impedir su regreso a cualquiera de estas dos naciones en el futuro. La estrategia es extensa y flexible y necesitará de todos los recursos. Además de las nuevas tropas que el presidente ha decidido desplegar, la estrategia pide significativamente más recursos para la iniciativa civil y evaluaciones frecuentes de progreso de la nueva estrategia.

El presidente Obama asegura que se debe terminar de manera sensata la guerra en Irak. Obama anunció el 27 de febrero de 2009 un plan para terminar de manera responsable con la guerra en Irak. Para el 31 de agosto de 2010, la misión de combate en Irak finalizará y las fuerzas de seguridad iraquíes tendrán la responsabilidad completa de las principales misiones de combate. Después del 31 de agosto de 2010, la misión de las tropas de Estados Unidos en Irak cambiará fundamentalmente. Las tropas estadounidenses estarán a cargo de tres tareas: capacitar, equipar y asesorar a las fuerzas de seguridad iraquíes; conducir operaciones dirigidas a contrarrestar el terrorismo; y proporcionar tropas de protección para el personal militar y civil. El presidente se propone mantener ese compromiso bajo el acuerdo sobre el estatus de las fuerzas, y retirará a todas sus tropas de Irak para finales de 2011. Todo un cambio en la política exterior de Washington.

La Casa Blanca también se propone mantener las armas nucleares fuera del alcance de los terroristas. El 5 de abril de 2009, en la ciudad de Praga, el presidente Obama presentó una estrategia ambiciosa para enfrentar la amenaza nuclear internacional. Propuso medidas para: reducir y finalmente eliminar los arsenales nucleares existentes, inclusive negociaciones sobre reducciones nucleares adicionales con Rusia, la ratificación del Tratado de Prohibición Total de las Pruebas Nucleares y la conclusión de un tratado verificado para parar la producción de material fisible. Suspender la proliferación de armas nucleares a más Estados e impedir que los terroristas adquieran armas o material nucleares, es la estrategia de la Casa Blanca.

Obama también prometió trabajar con sus socios para lograr la desnuclearización de Corea del Norte por medio del proceso de conversaciones de las seis partes. Presentó una alternativa clara al régimen de Irán para que tome el lugar que le corresponde en la comunidad de naciones, que incluye su derecho al uso pacífico de energía nuclear, o que siga rehusándose a cumplir con sus obligaciones internacionales y no aproveche la oportunidad de un futuro positivo. La mano tendida de Obama espera una respuesta clara. En septiembre se acaba el tiempo para el régimen teocrático de los ayatolas. Estados Unidos revisará la situación y se expedirá sobre el contencioso, tomando nuevas acciones.

En la nueva política exterior de Obama está la promoción de la paz y seguridad para Israel y Oriente Medio. El presidente considera que no se puede dar el lujo de esperar para trabajar por la paz en la región, así que designó a un enviado especial para la paz en Oriente Medio en su segundo día en el cargo. En Oriente Medio, comparte el objetivo de una paz duradera entre Israel y sus vecinos. Estados Unidos apoya enérgicamente el objetivo de dos Estados, Israel y un Estado palestino, viviendo uno al lado del otro en paz y con seguridad. El presidente se ha comprometido a sí mismo y a su administración a buscar alcanzar este objetivo activamente.

En su discurso en el Cairo, Obama también tendió la mano. Le habló de paz al Medio Oriente y al mundo musulmán. El fundamentalismo islámico, al igual que los izquierdistas radicales latinoamericanos, esperaban un enemigo. Su prédica lo necesitaba. Como justifican su odio a Occidente si Estados Unidos habla de paz y diálogo.
Obama quiere también revitalizar las alianzas de su país. Estados Unidos busca participar en un diálogo que sea honesto y se base en el respeto mutuo, como la mejor manera de resolver desacuerdos y colaborar hacia intereses compartidos. Está comprometido a fortalecer las asociaciones existentes y a crear nuevas para enfrontar los desafíos del siglo XXI.

Durante su primer viaje al extranjero, el presidente visitó Europa para comenzar este proceso con la Cumbre del G20, en el 60º Aniversario de la Cumbre de la OTAN y en la Cumbre entre la Unión Europea y Estados Unidos. Obama dejó bien sentado en su discurso ante el Parlamento turco que la relación de Estados Unidos con el mundo musulmán se basará no sólo en su oposición compartida al terrorismo. Busca una participación más amplia que se base en el interés y respeto mutuos.

Estados Unidos busca fortalecer sus alianzas históricas en Asia al mismo tiempo que desarrolla lazos más estrechos con todas las naciones de la región, para poder trabajar juntos para enfrentar los desafíos del siglo XXI, entre ellos la proliferación nuclear, el cambio climático, las pandemias y la inestabilidad económica.
Su nueva política exterior habla de mantener los valores centrales de Estados Unidos y sus cimientos democráticos. Es por eso que el presidente ordenó el cierre de la prisión en la Bahía de Guantánamo, prohibió sin excepción el uso de la tortura y estableció un grupo especial para que revise con detalle la política de detención de los acusados de terrorismo.

Es una alta prioridad de la administración Obama y un compromiso terminar con la crisis en Darfur, y asegurar la estabilidad a largo plazo en Sudán, mediante la aplicación del acuerdo general de paz. La crisis humanitaria hace que la tarea de Estados Unidos sea más urgente. El presidente designó a un enviado especial para Sudán como una enérgica muestra de su compromiso al apoyo del pueblo sudanés. Obama está comprometido a trabajar con la comunidad internacional para acabar con el sufrimiento, buscar una resolución duradera a la violencia y garantizar un futuro estable y seguro para esa región.

Obama quiere restaurar también el liderazgo de Estados Unidos en América Latina. El futuro de Estados Unidos está inexorablmente vinculado con el futuro de los pueblos de las Américas. Está comprometido a una nueva era de asociación con los países de todo el hemisferio, trabajando para enfrentar los importantes desafíos compartidos del crecimiento económico e igualdad, el futuro energético y climático y la seguridad regional y ciudadana. Está comprometido a dar forma a ese futuro por medio de una participación que sea fuerte, sostenida, significativa y con base en el respeto mutuo.

Finalmente la Casa Blanca, está implicada con la seguridad energética y la lucha contra el cambio climático. El presidente se ha comprometido a poner a Estados Unidos en una ruta hacia una economía de energía limpia que mejore la seguridad energética, reduzca el uso de combustibles fósiles y dé lugar a una nueva era de innovación.
Estados Unidos reconoce la necesidad de desprenderse de los antiguos métodos que amenazan su economía y el planeta, por lo que el presidente se ha comprometido a invertir 150.000 millones de dólares en investigación y desarrollo de energía limpia durante diez años. Estados Unidos quiere ser un líder para enfrentar el cambio climático mundial, realizando sus propias contribuciones e incluyendo a otros países para que hagan lo mismo.
La nueva política exterior, que el popular Obama construye día a día, deja perplejos a los históricos enemigos de Estados Unidos en Latinoamérica, que no saben como posicionarse ante la nueva realidad.

La izquierda que base su proyecto en su antiamericanismo, al igual que el fundamentalismo islámico, quedó descolocada.

El gobierno de Obama no apoya golpes y no es intervencionista. Chávez, Castro y sus aliados del ALBA están muy frustrados con la Casa Blanca, porque el presidente estadounidense no está actuando como un típico imperialista, según sus manuales.

La izquierda dogmática debe cambiar su libreto pero no puede. Es un sacrilegio para su fundamentalismo ideológico. Necesita que el malo de la película sea Estados Unidos, para justiciar todos sus males e ineficiencias. El eterno cuento del enemigo externo es el oxígeno de sus proyectos políticos y hoy, para su desgracia, no llega desde el norte.