Barnett_GlacierClaro, también existen poderosas fuerzas económicas y políticas volcadas a frenar las emisiones e impedir un aumento del calentamiento global. Las fuerzas de asalto de uno y otro bando, en Washington, son las legiones de lobbistas. Se trata de individuos contratados por organizaciones para representar sus puntos de vista. La forma civilizada y democrática, exigida por ley, de buscar influir a legisladores y formadores de opinión pública pasa por declararse públicamente como lobbista. El que se sepa para quien trabajan los lobbistas es un buen paso, pero no agota el problema pues se trata de una confrontación asimétrica en extremo.

En estos momentos, a las puertas de la gran conferencia sobre cambio climático de Naciones Unidas, en Copenhague en diciembre, los diversos lobbistas despliegan todos sus medios. El alineamiento de fuerzas, siempre en Estados Unidos, es el siguiente: a favor de los grupos de interés industriales hay 2.349 lobbistas en tanto las huestes ambientalistas suman 314 individuos. El campo de los defensores de las prerrogativas del gran capital se subdividen así: 784 por el sector industrial, 484 pro las generadoras y distribuidoras eléctricas, 319 por el petróleo y el gas, 260 por los sistemas de transporte, 188 por las empresas vinculadas al agro, 159 a favor de Wall Street y del sistema financiero, una centena por la minería y el carbón, 91 por las compañías constructoras y de ingeniería. Del otro lado los oponen 176 lobbistas que focalizados en temas ambientales y de salud pública, a ellos se suman otros 138 dedicados a promover las energías alternativas. Estas son las personas que realizan activismo para cada grupo señalado y los sectores establecidos superan en una proporción de uno a siete a los ambientalistas. La asimetría es aún mucho mayor si se consideran los fondos con que cuenta cada cual. Por ejemplo la American Colaition for Clean Coal Electricity, que agrupa a varias empresas eléctricas, minas de carbón, ferrocarriles e industrias gastó el año pasado casi diez millones de dólares en su activismo en el Congreso y la Casa Blanca.

Ha sido dinero bien gastado por parte de los grandes grupos económicos pues han logrado persuadir a un sector importante de los estadounidenses que el calentamiento global es una amenaza remota. En una encuesta reciente el cambio climático figuró en el lugar veinte entre las preocupaciones de los encuestados. Tan solo 30 por ciento respondió que el aumento de las emisiones y las temperaturas del planeta constituían una prioridad importante. Esto se compara con 38 que la consideraban como una amenaza en 2007. Consultados sobre la importancia de proteger el medio ambiente 41 por ciento de los estadounidenses respondió que era importante contra 57 por ciento hace dos años. En este sentido Estados Unidos camina en una dirección contraria al resto del mundo. En una escala de uno a diez los norteamericanos muestran una preocupación medio ambiental de 4,7. En cambio los mexicanos la sitúan casi al tope de la escala con nueve, los chinos aunque algunos no lo crean, en 8,9, los británicos 8,2 en tanto que los rusos 7,4.

En Copenhague será discutido como debe proceder el mundo ahora que el Protocolo de Kioto llega a su fin. La esperanza paras muchos es que se logre un acuerdo que limite las emisiones de gases de efecto invernadero. Esa es la única forma de librar al planeta de una serie de plagas similares, según la Biblia, a las que asolaron al antiguo Egipto. Quedan pocas semanas y el panorama no se ve alentador. Los grandes lobbistas han hecho bien su trabajo. Mucho dependerá ahora de las opiniones ciudadanas.